martes, 26 de mayo de 2009

La Feria de la Av. Argentina


¿Por qué me interesa tanto la Feria de la Av. Argentina?

Cuando comencé con mis circuitos turísticos solía pasar por el lado de la feria, sentado en la comodidad de un trolleybus que nos servía de enlace entre los ascensores Barón y Lecheros y el Polanco. Era muy bueno y, aunque el trayecto era cortísimo, me hacía sentir muy bien pues ayudaba con bastantes pasajes a la delicada situación de los trolleybuses porteños.

Todas las veces que hicimos eso, algún pasajero me pedía que nos bajáramos y recorriéramos la feria, (tengo muchos grupos en día miércoles). La verdad, caí en el juego de la paranoia (léase mi anterior post) y rechazaba la idea por considerarla peligrosa para la integridad de mis pasajeros.

Un día me decidí a romper la cápsula del terror y con un grupo de 15 pasajeros europeos entramos en la feria. El resultado de la experiencia no podría haber sido mejor y desde ese día es un imperdible en los circuitos que hago para esa compañía.

Para los extranjeros, en especial los europeos, en la medida que se van sumergiendo en Latinoamérica, sus mercados y ferias, se van convirtiendo en más y más exóticos y más interesantes y dignos de visitar. Y la feria de la Av. Argentina no se escapa a esta percepción europea, foránea o gringa, como quieran llamarlo.
Las frutas, los colores, los olores, las verduras y sus valores. Cómo tan barato!!!! Y tan fresco!!!!!

Al comienzo los feriantes locales miraban extrañados a este guía loco y sus gringos caminando por la feria. Con el tiempo se han ido habituando a esta pasada, que no deja mucho dinero pero resulta refrescante. La talla chilena: Llegó la familia Miranda!!!, porque miran y no compran nada. Llegaron los gringos!!!, mijita, no se quiere llevar a este chileno!!!??, Llegaron mis primos que me vienen a ver desde afuera!!!

Se produce un choque cultural amigable y de tan solo unos minutos. En especial cuando es temporada de pepinos y de chirimoyas. Siempre compran algunas de esas frutas y se les ofrece un cuchillo para que las pelen; se las comen en el mismo lugar. Se produce el contacto, la gente saluda y habla con ellos, se vive la experiencia de estar piel con piel con la gente local. La musicalidad especial de los feriantes gritando sus productos, la forma en que lucen, las señoras ofreciendo la mejor lechuga, las enormes papas y los zapallos se transforman en estrellas de las fotografías por su gran tamaño.

¿¿Y la comentada delincuencia??

Nada de nada. Solo una vez hemos tenido que tomar reservas cuando dos sospechosos se metieron dentro del grupo que caminaba. Y no fue en la feria sino que mucho antes, en el sector de La Universidad Católica. Lo curioso del hecho es que fue la misma gente del lugar que dio aviso. Una camioneta se paró al lado del grupo, una persona que jamás había visto: Flaco, cuidado que tenís dos lanzas en el grupo. Fue solo ese hecho para que tomáramos cuidado y desviáramos el camino. Después, y llegando a la feria, se me acercó carabineros y me comentó que habían detenido a dos tipos que estaban siguiendo al grupo y pidió que tuviésemos cuidado con nuestras cosas. ¿Quién les aviso a ellos? La propia gente.

Solo este caso en muchas pasadas, de años por la Feria.

¿La impresión del grupo ante este hecho? La mejor. Sorprendidos por la solidaridad ciudadana, te hacen el inmediato comentario que en sus países a nadie le importa, que es absolutamente normal y que si se compara con ciudad de México esto es un remanso de paz. No Problem Man!!

Es cierto que la visita al lugar con mis gringos no deja una gran entrada monetaria para los feriantes que desean llenar sus arcas y hacer un gran negocio. Eso no pasará todavía porque solo vienen en tránsito y tienen un largo viaje por delante. Sin lugar a dudas el beneficio no va por ahí.

El beneficio va por el lado de la validación del lugar cómo el lugar es. Digamos que la ciudad aún posee una baja autoestima. Para la gente común, esto del Valparaíso mágico y de poesía es algo que no alcanza a apreciar desde su cotidiano. Se dice que lo tiene incorporado, pero no es así.

Para que Valparaíso se vaya levantando, la propia gente necesita saber que vive en un lugar especial y que hace cosas que son especiales para otras culturas. Debe sentirse querida y respetada en su propia realidad, en su propia actividad y en su propio lugar. Debe sentirse validada en su propia autenticidad e identidad.

Muchas veces vemos que se planifican lugares, edificios, actividades, pensando en los turistas. Sin embargo, lo que los turistas quieren es ver la ciudad como la ciudad es. Su propia identidad, sus lugares más típicos y no están hablando de un lugar con artesanía. Ellos, los pasajeros foráneos, perciben inmediatamente cuando algo de lo que se les muestra es preparado, plástico, una escenografía.

Los lugares están ahí y los atractivos son muy simples pero no por eso menores. Es necesario quererlos y, en este caso, también significa querernos nosotros. No querer transformar a Valparaíso o sus lugares auténticamente tradicionales en otra cosa que no somos. No estoy diciendo que no se mejoren algunos lugares, que no se potencien, que no se desarrollen. Pero una cosa muy distinta es querer que todo sea Cancún o Salvador de Bahía.

Es muy simple. No seríamos nosotros, sería otro Valparaíso, otra cosa y nuestra identidad continuaría siendo dejada a un costado, escondida, casi con vergüenza de tenerla.

Yo prefiero mi lugar, mi feria de la Av. Argentina y por sobre todo…

… mi gente.

Leo Silva

lunes, 11 de mayo de 2009

Paranoia




.- Noooo!!!!!!

Usted está mal, como se le ocurre!!!!

No ve que no puede andar por aquí. No ve que es peligrosa esta zona y está poniendo en peligro a sus turistas!!!!!

.- Oficial, le dije yo. No se preocupe, soy de la zona y conozco este lugar muy bien, llevo 8 años trayendo extranjeros aquí y nunca ha pasado nada.

El diálogo ocurrió con un carabinero que se asomó desde la patrulla en estado de pánico.

¿El lugar?

Calle Eusebio Lillo con Pedro Montt, desde ascensor Larraín, justo antes de llegar a la Av. Argentina.

Una amiga norteamericana que estaba pasando sus días en un intercambio estudiantil en Viña del Mar me comentaba que sus padres chilenos la habían traído a Valparaíso a la típica ojeada desde el mirador 21 de Mayo y después habían arrancado con pavor desde el lugar. Ella no entendía nada y la ciudad le parecía fascinante. Después le habrían comentado que, ni por nada del mundo, caminase sola tratando de encontrar los cafecitos que ella quería conocer.

“Los conserjes y botones del hotel me dijeron que no hiciera ni tal de ir a Valparaíso”. Comentario común de turistas cuando han manifestado en hoteles de Viña del Mar su deseo de conocer la ciudad.

Muchas veces los operarios del ascensor Polanco me han comentado que, casi todos, los turistas que se aventuran en una caminata por el lugar, regresan asaltados y muertos de miedo. Me dicen: al parecer, el único que tiene pasada libre por este lugar eres tú. Deben percibir que eres porteño.

Interesante comentario pero, aunque me halaga este supuesto reconocimiento, me niego a creerlo, pues he caminado muchas veces el lugar solo y he visto como algunos turistas bajan el lugar sin ningún tipo de problemas.

Desde que comencé en mi actividad como guía de turismo, uno de mis más grandes deseos y que he llevado a cabo sin ningún problema, es el de incluir lugares en mis circuitos que no son usualmente visitados por otras compañías, no solamente por afán diferenciador, sino que por la profunda convicción de que Valparaíso es hermoso en su belleza patrimonial cuidada y en sus barrios reales y a veces un tanto sórdidos. Si no se experimenta la vida amontonada y los callejones en estado original, difícilmente se alcanza a entender el concepto de ciudad que Valparaíso es.

En mis circuitos se camina y se usa el transporte público y mis grupos más grandes han sido de hasta 28 pasajeros europeos. Siempre considero el Mirador Barón, antiguamente también el ascensor Los Lecheros (cómo extraño ese ascensor), bajábamos por Victoria Cueto, un pasajito pequeño que pasa dos veces por debajo las líneas del ascensor, donde los pasajeros tomaban fotos impresionantes.

Vamos desde lo más real hasta lo más turístico y hoy día la visita es al ascensor Larraín. Un hermoso lugar de identidad y de sabores y olores típicamente porteños.

Pero, ¿cuál es la llave para recorrer estos lugares sin que nada te pase?, ¿Por qué debería pasar algo malo si son solo vecindarios de gente modesta y amable?, o ¿es que hay un velado clasismo en pensar que porque son sectores humildes debería pasar algo malo?

¿El salvo conducto? Es muy simple. Solo salude a las personas cuando pase por sus lugares, inclúyalas con algún comentario, no invada, pase y haga saberles que les importa y que sus turistas están interesados. Claro está que para hacer esto usted debe estar sintonizado con el lugar y no tener prejuicios. Si los tiene, no lo haga, será descubierto arrugando la nariz, mirando para otro lado, desviando la mirada cuando se la busquen, queriendo escapar. Ahí irá todo mal con usted. Como una especie de lección, el lugar se le puede volver en contra y buscará hacérselo saber.

Valparaíso es un puerto y como buen puerto tiene su mitología y su fama de bravo. Casi no hay puerto en el mundo que no la tenga. Marsella en Francia también la tiene y no me diga nada de Atenas, que es realmente peligroso. Valparaíso es una ciudad real y como tal, hay que andar con cuidado; sin embargo, si se la compara con otros lugares, nuestra ciudad es un remanso de paz y tranquilidad.

No estoy diciendo que no tengamos problemas de delincuencia, pero hay que conservar las proporciones y no dejar que el pánico cunda. Los habitantes de Valparaíso también viven en esta paranoia constante. Este lugar es muy peligroso. Nooooo!!!! Por ahí no se meta que lo van a asaltar.

Según mis pasajeros, todos ellos muy cosmopolitas, esta ciudad es tremendamente amigable, caminable, visitable, amable, un agrado de clima, lugares, identidad y la gran aventura por descubrir. Claro está que se necesita un buen guía para poder llegar a sus lugares más característicos.

La mala publicidad es un factor importante. No solo del boca a boca, sino también de los medios de comunicación. Uno de los hitos que marcaron un gran espanto fue un documental de un canal de televisión de hace dos años atrás, que todavía resuena en las mentes de los chilenos, en especial de los viñamarinos y santiaguinos. En ese documental, se mostraba un Valparaíso nocturno en estado de guerra; peleas callejeras, asaltos, borrachos, lo peor. Sin embargo, el documental tomó meses de filmación y su edición resultó en un programa periodístico de no más de una hora.

Siempre digo que si me dan una cámara y unos meses para filmar de noche, hasta el Vaticano lucirá como el peor lugar del mundo, si hacemos una edición de una hora destacando lo peor del lugar.

Hay que guardar ciertas perspectivas y evitar la paranoia que tan mal le hace a la ciudad, es un asunto de actitud, de quererse, de buscar sanidad mental.

Como un dato para finalizar, de todos mis pasajeros que pasan unos días en Viña del Mar, hay un gran porcentaje que ya viene robado. ¿¿Donde??, justamente en Viña del Mar, en sus playas, en sus bares, en sus pubs.

Por favor!!! No se vaya a decir que Viña del Mar es un lugar peligroso. No lo es y tampoco lo es Valparaíso.

Leo Silva
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