viernes, 13 de agosto de 2010

La ciudad que se niega

En los comentarios de mi último artículo, el lector Jaime Morales desliza un concepto estremecedor que me parece digno de profundizar: “Valparaíso es una ciudad que se niega a sí misma”.

Lo cito: “…Valpo. es una ciudad que se niega a sí misma, se cierran sus ascensores, se construyen edificios que no van con ella…”

Aunque parezca un juicio duro, lo cierto es que existe una percepción generalizada y silenciosa que adhiere a este pensamiento. Hay una voz de alerta que se acrecienta y que busca poner el acento en una discusión del todo interesante.

.- De qué hablamos cuando hablamos de patrimonio?

.- Hablamos de fachadas de casas?

.- De coloridas edificaciones con interesante arquitectura?

.- Hablamos de ascensores y funiculares viejos y destartalados?

.- De barrios interesantes para descubrir caminando?

.- O hablamos de todo esto, y su ingrediente menos visual y más activo que es su propia gente?

Valparaíso es una ciudad con carácter. De eso no cabe ninguna duda. Todo el que la visita queda subyugado ante su poderoso atractivo; cuando se le pregunta a los visitantes, qué es lo que tanto les ha atraído o gustado o seducido hasta el punto de la emoción, todos dirán que es la gran mezcla, es la sorpresa del encuentro con lo inesperado y por sobre todo, es este gran carácter proporcionado por los habitantes de la ciudad que, aunque invisibles, se pueden percibir de manera notable.

Este es el punto; Valparaíso es un todo. No se trata de una maqueta de calaminas de colores. Se trata de una ciudad con una particular forma de vida, con un particular arraigo, con un sonoro silencio de habitantes que han aportado este carácter construyendo la ciudad casa a casa, calle a calle, barrio a barrio y cerro a cerro.

Aunque resulte obvio decir que una ciudad fue construida por sus habitantes y que son ellos los que le aportan su carácter, curiosamente es este el punto que más se olvida en Valparaíso a la hora de buscar el potenciamiento turístico de algunos de sus vecindarios. Los barrios son su gente. Si su gente se va, el lugar pierde su carácter, pierde aquello que lo hace tan particular y todo se estandariza en una escenografía snob de casas arregladas, de las que solo se conserva la fachada, convirtiéndolas en complejos de departamentos u hoteles o cafeterías.

Justamente, la belleza de Valparaíso y sus barrios radica en que no es “stándard”, es un lugar muy particular y esa es nuestra mayor fortaleza.

.- Entonces?

.- Quién niega la ciudad?

.- Sus propios habitantes?

.- O los proyectos de desarrollo turístico que buscan la estandarización de calidad comercial de un lugar?

Por favor. No me mal interpreten (Don’t get me wrong, please!) No estoy en contra de los planes de desarrollo para la ciudad. De hecho, he escrito anteriormente que me parecen bien. Solo quiero poner el acento en este problema, pues no es menor. Todos estamos envueltos en este proceso de “ensayo y error”, que es la búsqueda del desarrollo patrimonial ligado a los fenómenos de actividades comerciales que harán sustentable la economía local; pero no debemos olvidarnos de su gente y sus vidas ligadas a sus barrios. Justamente buscamos una mejora de la economía local proyectándonos hacia el turismo, porque queremos que esa mejora alcance a toda la población.

Conversaba una vez con gente del cerro Polanco. Me comentaban su preocupación ante los planes de desarrollo del sector, que lo ven como una zona de mucho potencial por su gran atractivo y su único ascensor (no funicular) que subyuga por su belleza e identidad.

“… no queremos que pase acá lo mismo que sucedió en los cerros Concepción y Alegre, en donde su gente, la tradicional gente que vivía ahí, terminó por irse, vendiendo sus casas que ahora son Hoteles y restaurantes…”

Es complicado. Lo cierto es que cuando se potencia un lugar pensando en convertirlo en una zona turística, la plusvalía de las casas se va a los cielos y la gente termina por venderlas pues el sector va pasando a otras manos y pierde ese encanto doméstico de vecinos conocidos. Llega gente de otros lados, compran casas que utilizan para los fines de semana y cuando llegan, ahí no salen, se encierran, no se comunican, no se mezclan, no se involucran y mantienen una distancia ajena. El barrio ya no es el mismo. Los que le daban su carácter, se van. Los que generaban sus actividades propias, ya no están. Todo pasa a ser un lugar un tanto plástico.

Algunas veces dan ganas de mantener ciertos lugares casi intocables. No visitarlos con turistas extranjeros para que no se ponga el ojo en ese sector. Mantener el barrio Hontaneda, proteger a Cajillas para que los vecinos sigan remojando sus pies en un tiesto en la calle, sigan comprando en su almacén, los niños continúen jugando pichangas domingueras y la identidad de la ciudad se mantenga.

Un detalle no menor es que los turistas justamente están buscando identidad y huyen de aquellos lugares que notan producidos. O se alojan en los producidos para visitar los con carácter.
El mayor atractivo turístico de Valparaíso es esa notable identidad que aporta este carácter que emociona como tantas veces me ha tocado ver en mis propios pasajeros.

Nuevos lugares, nuevos edificios construidos sin ningún criterio de preservación, de arquitectura moderna y cuadrada, pocas soluciones efectivas con respecto a nuestros íconos, son enemigos de lo que justamente vende a Valparaíso, lo que lo hace atractivo, lo que lo hace particular y único, aquello que llega a tocar la fibra de emoción en quienes lo visitan.

Entonces la pregunta queda en el aire…

… Quién niega a Valparaíso?

Sus propios habitantes???

O quienes podrían estarlo imaginando como un nuevo barrio “La Boca”?

Cómo hacemos para mantener los lugares, aun potenciándolos, aun promoviéndolos, pero protegiendo a la mayor fuente de identidad de la ciudad, su propia gente, y que esta se vea beneficiada por la nueva actividad económica y que se motive a participar en ella, no solamente vendiendo sus casas a un precio que jamás habrían logrado???

Hasta ahora Jaime Morales, mi lector, tiene razón. Debemos tomar cuenta de esta voz que trasciende la opinión solitaria en un blog, pero que interpreta a muchos que la comentan en las esquinas de la ciudad.

La voz silenciosa de los que son en verdad Valparaíso y no lo niegan porque no se niegan a sí mismos…

… su propia gente.

Leo Silva