domingo, 15 de mayo de 2011

Patrimonio de Valparaíso. Un poco de sentido común


Fotografía tomada desde www.cerroconcepcion.org

Cuando leo las opiniones a mis artículos, siempre encuentro que los que las escriben están en un total acuerdo con respecto a los temas patrimoniales. Algunos me dicen que esperan que los artículos lleguen a las personas que manejan estos temas para que remuevan alguna conciencia (muchas gracias por eso, me siento muy halagado). Sin embargo, mis criterios, así como el de mis lectores, son guiados solamente por el sentido común. Ninguno de nosotros tiene estudios técnicos ni preparación alguna al respecto, pero todos coincidimos en lo mismo.

Por qué será que da la impresión de que quienes deberían hacer uso del sentido común con respecto a estas materias nos parece que no lo hacen??. Llevan bastante tiempo trabajando en el tema, han tomado seminarios dentro y fuera del país, han viajado al extranjero a países con sitios patrimoniales y han visto de primera fuente cómo se administran, cómo se cuidan, cómo se trabajan. Han organizado encuentros acá trayendo especialistas. Roce no les falta, información no les falta, fuentes dónde consultar no les faltan, modelos para replicar no les faltan… Entonces. De qué adolecen???

En estas últimas semanas nuevamente ha trascendido información sobre las intervenciones que se están llevando a cabo en la ciudad y en su área patrimonial, sin embargo, estas noticias siempre terminan por desilusionar y preocupar.

Puede que todos estos trabajos tengan sus papeles en norma y sus aprobaciones en regla, pero el hecho es que al ojo de los ciudadanos con sentido común, evidentemente se vulneran criterios simples de protección patrimonial.

En el Palacio Astoreca del Cerro Alegre, una hermosa casona con influencias victorianas, se realizan trabajos para convertirla en un flamante hotel boutique. Los trabajos dejan ver un mega cubo de concreto que se eleva por sobre los techos y que sobrepasa visualmente al palacio, convirtiéndolo en un simple frontis. Para construir esa estructura se destruyó por completo una casa posterior a la casona, dejando solamente su fachada en pie. A mi modo de ver, el patrimonio no se remite solamente a estas fachadas, sino que se trata de todo el conjunto, de toda una casa, de todo un lugar. Está muy bien pensar en emprendimientos que aporten a la actividad turística, pero estos proyectos no deben ser invasivos, no deben romper la línea, casi no deberían notarse.

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Los trabajos que se están llevando a cabo en la calle Almirante Montt pusieron en pie de alerta a los vecinos. Los viejos adoquines que llevan en el lugar más de ciento cincuenta años están siendo cambiados por unos nuevos falsos y cemento. Ya algo parecido se realizó en la calle Beethoven. Esos viejos adoquines conforman parte del paisaje urbanístico del sector, son parte del encanto del lugar y son patrimoniales. Cualquier trabajo que se haya planificado debió haberlos considerado, debió buscar una solución que integrara estos históricos adoquines.

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No se trata de casas viejas que se caen apolilladas, no se trata de adoquines viejos que muelen los amortiguadores de los autos, no se trata de botarlos y cambiarlos por unos nuevos, eso no es protección patrimonial ni restauración, eso es una renovación. El patrimonio no se renueva, se protege.

Recuerdo este mismo concepto cuando se renovó el paseo mirador Atkinson. El alcalde de la época aparecía orgulloso y feliz y todos celebraban; sin embargo lo que se había hecho era una aberración patrimonial pues el mirador tenía hermosas barandas de madera que le daban aquel aire tan característico y romántico, un espacio varado en otro tiempo. Las barandas se cambiaron por unas modernas de metal. En ese tiempo toda la discusión patrimonial estaba comenzando y se puede perdonar el poco conocimiento (aunque ya había muchas voces que alertaban sobre este fenómeno), pero ahora que ya hemos avanzado en estos temas, es prácticamente incomprensible la falta de cuidado con que estas obras se realizan.

El patrimonio tiene una belleza implícita y un valor histórico que va más allá de la peregrina idea de que lo que se haga se tiene que ver “lindo y choro”. La restauración no es renovación. Es un trabajo delicado que debe involucrar expertos en la materia. Merece un estudio profundo y una implementación cuidadosa y la búsqueda de soluciones que respeten la originalidad del lugar.

En Cerro Bellavista (que no corresponde al sector demarcado como área patrimonial), un área muy turística y de identidad y belleza muy porteña, también se están realizando trabajos que resultan invasivos. Se trabaja con maquinaria pesada sin ningún cuidado. Se arrasan callejuelas, se destruyen adoquines, etc. El sector es conocido por su Museo a Cielo Abierto, sin embargo, una de las obras de este museo ha sido completamente tapada. Posiblemente se haya cubierto el mural para su protección, pero la actitud agresiva de los que ahí trabajan ante vecinos y un periodista que hacía una nota, levanta sospechas sobre la legitimidad de las alturas del edificio y de su diseño arquitectónico.

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Ejemplos de estos trabajos hay en toda la ciudad. Muchos de ellos se llevan a cabo en lugares no patrimoniales, como en Cerro Placeres donde toda una bajada (Yolanda) de históricos adoquines fue modernizada sin tener en cuenta el daño patrimonial, aunque el área esté muy lejos del sector histórico UNESCO.

Pero, por qué nos interesan tanto esos detalles???, podrá decir algún lector que no comulgue con esta idea. Se trata solo de viejas piedras.

Pues bien, cuidar nuestro patrimonio en términos de marketing, hoy día, significa cuidar nuestro producto. Las calles empedradas, las subidas angostas, los palafitos aéreos, las casas vertiginosas, los balcones flotantes, las casas viejas e históricas, las calaminas coloridas y oxidadas, los restos de ferrocarriles, los maceteros colgantes, el tuerto que vende lechugas en la feria, los gatos pandilleros, los perros sonrientes… todo esto que a muchos les parece horrible, viejo, feo, poco atractivo y chocante, esto, justamente esto es lo que nos convierte en particulares, justamente este es nuestro producto, justamente por esto somos atractivos para cientos de turistas que nos visitan y nos promueven, justamente este es nuestro mayor “plus”. Los extranjeros no vienen a ver un lugar que ya hayan visto; escapan de lo común y corriente, de edificios acrílicos, de ciudades pretenciosamente modernas. No quieren más de eso que tan bien conocen, también muchos no quieren más la oferta usual de palmeras y resorts. Por esto es tan necesario cuidar nuestro patrimonio delicadamente y no meterle mano torpe con aires renovadores.

Un poco de sentido común a la hora de planificar estos proyectos es de lo que necesitamos, y un gran amor por lo que realmente somos y por los vestigios de lo que hemos sido.

No transformemos a Valparaíso en una maqueta, en una escenografía falsa de maquillajes pseudo modernos, “lindos y choros”.

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Leo Silva