jueves, 25 de agosto de 2011

The Blind Blues Man – Johnny Blues



Hay algún nuevo extravagante? Vale la pena haber regresado a Valparaíso?
Pablo Neruda – Confieso que he vivido.

Unas notas de blues desgarrado llaman mi atención mientras camino por Valparaíso.

El Blues… Aquel género que por mucho tiempo tuve de banda de sonido de mis días y al que me aficioné escuchando viejos discos, viejas grabaciones y del cual seguí buscando en sus nuevos exponentes esa nostalgia desgarrada, esa agresividad sensual, esa pasión destilada nota a nota.

Tenía que detenerme. Parar y buscar de dónde provenía ese tema blusero tocado con pasión, esa armónica diatónica cuyo sonido parecía pasar entre la gente para señalarme con su dedo y tomarme del cuello y guiarme a la fuente, al músico que tocaba.

Así fue que llegué hasta Johnny Blues. En la subida Ecuador, entre la venta de pescado y fruta, entre los colectiveros, las tiendas, los transeúntes, los gritos y el ajetreo del centro. Sentado casi en el suelo, armado con una guitarra acústica, una armónica y un pequeño amplificador, solo contra el mundo estaba el Johnny tocando sus blues.


Johnny es ciego de nacimiento y no es de Valparaíso, sino de Santiago. Tiene en su piel la calle pues ha sido su principal escenario. Una vez leí de él en un artículo sobre el Blues en Santiago. Se decía algo tan mágico como que era una suerte encontrárselo, pues tocaba en diferentes esquinas de la metrópolis siempre sorprendiendo a quien lo veía y escuchaba.

No es la primera vez que me topo con este personaje, con este “nuevo extravagante” como decía Neruda. La primera vez fue en Horcón, mientras una banda de viejos hippies tocaban en su costanera, una voz pidió un espacio para tocar algunos temas y ahí apareció el Johnny con alguien que lo ayudó a sentarse. Tomó una guitarra vieja, y con un lápiz y un elástico improvisó un cejillo con el cual subió el tono de su desvencijado instrumento y se puso a tocar mientras a todos se nos abría la boca en un silencio de incredulidad que terminó en una ovación cerrada.

Siempre es así. La incredulidad y la sorpresa. Cómo alguien tan talentoso, tan virtuoso, tan honesto, puede estar tocando en la calle???. Lo cierto es que de tanto en tanto los escenarios y los medios se le han abierto mezquinamente, pero le ha sucedido, y ha aparecido en algunos programas de televisión. Solo que un poco por el morbo de tener un ciego callejero que toca Blues. Después, vuelta a la calle donde no le desacomoda estar.


Todo en Johnny es blues. Su opción por las esquinas callejeras (personal o no), su aparente discapacidad, su deambular de un lado a otro, su guitarra vieja y su equipo de sonido. Un auténtico BluesMan que perpetúa la consigna rolling stone del género: Piedra que rueda, no junta musgo. Donde cuelgo mi sombrero, tengo mi hogar. Su gracia, talento y virtuosismo y también su tragedia íntima diaria.

Para mí, un encuentro fortuito con Johnny no es menor. Muchos pueden tocar blues bastante bien, pero pocos pueden llegar a postular siquiera a ser considerados BluesMan, título que Johnny alcanza con facilidad. El Blues no está en lo perfecto de su ejecución, no está en la técnica depurada, no está en la entrada a tempo, ni en la salida adecuada. El Blues esta en el fallo, en el desparpajo, en la poca pulcritud, en el borde mismo, en el riesgo de tomar el camino de la improvisación. El Blues no está en la virtud, está en el vicio. No está en el día, está en la noche. Aunque su ejecutante lo interprete a la luz, la transformará en noche, en oscuridad.

Quizás por eso a Johnny Blues le salga tan bien. Porque lo toca a ciegas, lo destila a oscuras. No ve sus dedos en el diapasón de su guitarra. Solo lo siente, lo juega, lo dialoga, lo busca en cada nota para continuarlo en la siguiente; lo sabe, lo conoce, lo tiene, lo huele, lo oye. Lo traduce del sonido de la calle, lo escucha en el grito de la gente y en los bocinazos y lo interpreta suelto, lo deja fluir para atraparlo. Lo toca en la eterna noche de sus ojos ciegos.


Esta ciudad improvisada que vive colgando del abismo mismo, este arrabal sin reglas que se encarama con la cara sucia, este Valparaíso de leyenda donde lo mítico convive con lo cotidiano, donde los personajes están a la vuelta de la esquina y sin embargo permanecen invisibles para la vida normal. Esta anormalidad que habitamos, esta singularidad única es también un Blues desgarrado. Al Borde.

Johnny no necesita ver para tocar blues porque…

…he’s got the blues.

Leo Silva