viernes, 18 de mayo de 2012

La paradoja de lo real y la escenografía.



Están ahí, casi en la misma esquina, casi frente a frente y son diametralmente opuestos. Dos locales que se encuentran en quizás, uno de los puntos neurálgicos de la ciudad. La Plaza Aníbal Pinto, donde convergen varias calles en una de las típicas aberraciones urbanísticas de Valparaíso que por lo mismo se convierte en un punto de encuentro, en una encrucijada.

Varios cafés que sostienen el ambiente bohemio, algunos de ellos ya se han atrevido a poner las sillas en la calzada, aportándole al lugar un exquisito toque cosmopolita. Cafés de sugestivos e inspiradores nombres: Café de los Poetas, Café Avenida, El Subterráneo. La plaza misma, pequeña, de solo dos palmeras, se ha convertido en un sitio de encuentros artísticos. De hecho, suele lucir unas graderías para poder disfrutar ahí de los espectáculos musicales o de clowns. El lugar tiene cierta magia y da cuenta del quehacer intelectual de la ciudad.

Sin embargo, también se vive ahí uno de los típicos paradigmas patrimoniales a los que Valparaíso está sometido, simplemente por no tener una idea clara de lo que significa “patrimonio”. Esta contradicción que sucede en los cerros emblemáticos y turísticos, donde se han manoseado viejas estructuras con el fin de transformarlas en hoteles o emprendimientos, bodrios semi-modernos, ensaladas kitsch, hoy, esta contradicción ha llegado a las calles mismas en una esquina emblemática, agrediendo el sentido común mínimo y uno de nuestros referentes porteños.

Hace un tiempo atrás desapareció de ahí uno de los cafés representativos del sector, el café Riquet, local de reunión tradicional. Hoy se ha transformado el lugar en una Botica “patrimonial”. Una cadena de farmacias puso ahí una de sus sucursales y, para que no resultara tan violenta y jugar el juego políticamente correcto de la protección patrimonial, la disfrazó de botica antigua. Hermosas fotografías en sepia, una especie de pequeño museo, mucho mueble de madera con los nombres de antiguas yerbas, etc. Bastante bonito, una producción cuidada. Solo que para mí no pasa de una escenografía. De algo que no estaba ahí y que nunca fue. Podrán decirme que se hizo un esfuerzo y lo concedo, pero deben concederme también que no es patrimonial.

Sin embargo, enfrentada a este lugar, en el viejo edificio de la plaza que data de mucho antes de 1900, se encuentra la librería Ivens, un referente de las tiendas del lugar, comparable solo a su vecino bohemio del frente, el Bar Cinzano. La Ivens está ahí desde que tengo memoria, siempre es un agrado detenerse en sus vitrinas a disfrutar de las publicaciones. Dentro, no solo se venden libros, revistas y guías turísticas, también se puede encontrar abundante material del cómic local, revistas editadas a pulso, talentos en ciernes que tienen su lugar de salida al público en sus estantes.


La librería Ivens está viva y sostiene el quehacer que le aporta la atmósfera al lugar. En sus entrañas, casi catacumbas, hay un salón donde hacen sus veladas “Les Enfants Terribles”, un grupo de escritores e intelectuales que se reúnen ahí a develar sus charlas, sus fijaciones, sus escritos. Es un quehacer casi secreto. No porque sea una actividad peligrosa, pero en sigilo y manejando el bajo perfil se juntan tal cual su naturaleza discreta, en subterráneo. No son un grupo que busque la rimbombancia de los círculos establecidos y tampoco son un grupo de emergentes cualquiera. Son poetas y escritores destacados que publican, que charlan, que crean. Son los sostenedores, junto a otros grupos, que se dan cita en otros lugares de este Valparaíso Patrimonio Cultural del país.

Si usted pensó que la actividad intelectual, aquella romántica de escritores que conversan en tertulia, que se reúnen a beber café y a desarrollar su arte, es una cosa del pasado y que solo puede ver en películas que remiten a un París trasnochado, está equivocado. En Valparaíso está vivo, solo que sucede literalmente bajo sus pies, subterráneamente.

Esto es lo que llamamos patrimonio vivo. Un lugar donde las cosas suceden originalmente y desde hace mucho tiempo, una alquimia total entre lugar físico y actividad. Esto es lo que en Valparaíso deberíamos cuidar como una joya preciosa y exótica, pues aquellos que le aportan carácter a la ciudad son sus habitantes y las actividades que llevan a cabo. Sin ellos, esta ciudad sería una maqueta, una escenografía sin vida y sin historia. Hay que recordar que Valparaíso recibió su título de Patrimonio Cultural de la Humanidad el 2003, justamente por conservar ese legado histórico cultural, “el legado que recibimos del pasado, lo que vivimos en el presente y lo que trasmitimos a generaciones futuras” y no solamente por tener casas antiguas encaramadas en laberinto por los cerros.

Tristemente, esta librería de verdad patrimonial, deberá cerrar sus puertas. Un nuevo dueño de todo el inmueble ha elevado el precio del arriendo violentamente y se hace imposible sostener a la vieja Ivens en el mismo lugar. En el local, ha puesto sus ojos (y sus promesas de dinero) una de las tantas compañías de telefonía móvil, la que pondrá ahí una de sus coloradas y chillonas oficinas.

Entiendo la lógica del negocio. La idea de comprarse un edificio y querer sacarle el mayor partido monetario posible. Pero por favor!!!!

Alguien me puede decir qué demonios hará una horrible oficina de celulares en una esquina tradicionalmente literaria, de espectáculos, de cafés, de reunión poética???

Al no tener reglas claras sobre lo que significa nuestro patrimonio, al haber suspendido en el tiempo la discusión patrimonial, lo único que va quedando es apelar a la cuestionable conciencia de los que tienen dinero - y pueden hacer un negocio - y esperar a tener la suerte de que su conciencia les hable y les diga… Ahí no se puede porque es un punto delicado de la cultura porteña.

Puede suceder que algún día llegue otro poder monetario y compre a buen valor el edificio del frente y suba la renta desmesuradamente a sus locatarios y finalmente el Bar Cinzano tenga que cerrar sus puertas porque en ese lugar nacerá una nueva farmacia????

Telefonía celular y farmacias en cada esquina de la ciudad. La fórmula para mí es clara. La enfermedad de la histeria comunicacional inmediata y los que les venden sus medicinas. Estamos todos tan enfermos así???

Enfermo me siento yo cuando me agreden de esta forma, porque el cierre de los referentes es una agresión a nuestra alma.

Enfermo con ganas de gritar cuando las esquinas de mi identidad se van transformando en un bodrio comercial.

Enfermo hasta el grito cuando leo que hay personas que apoyan esta “modernidad y progreso” y que desde sus escritorios deberían atender su labor de protectores culturales patrimoniales.

La librería Ivens sí importa y mucho. Necesitamos más poetas charlando en Valparaíso, en sus reductos originales. Justamente son la medicina contra los males celulares actuales.

Son los avatares del mercado, me dijo un amigo, nada qué hacer…

… ok, entonces si la regla es esa, de verdad aquí no hay nada qué hacer y Valparaíso y su patrimonio vive entonces en riesgo, por estar a merced del mejor postor.

Así, no hay patrimonio que resista.

Leo Silva