lunes, 11 de octubre de 2010

Desmanes Carnavalescos (La educación que nos falta)

Mi madre ensoñadora mira a la distancia y pesca un recuerdo:

La fiesta de la primavera… Era tan hermosa. La gente jugaba a la challa en las plazas y todos les tiraban a todos. En especial, si te gustaba alguien, para demostrárselo te acercabas y le tirabas un poco de challa.

De pronto su mirada se nubla:

Después la gente comenzó a tirar bombas de agua y no solo de agua. Ya no era el papel picado y las bromas se ponían pesadas. De ahí comenzaron los desmanes y la destrucción de las plazas. Un día la Fiesta de la Primavera fue suspendida para siempre, al parecer la última fue por ahí por los años 60’s.

Tomo El Mercurio de Valparaíso del domingo y mi vista también se nubla con la noticia de los desmanes después del Carnaval de los Mil Tambores. Será que estas fiestas están condenadas a seguir el mismo destino??

Me demoro bastante tratando de comprender el porqué la gente no cuida de sus fiestas, no cuida de los espacios ganados con tanto esfuerzo, no valora estos eventos y, en vez de participar, solo piensa en emborracharse y en destruir.

Curioso este comportamiento humano. Da muestra de un vacío intelectual, emocional y hasta espiritual, y me detengo a pensar: qué nos habrá llevado a este estado de estupidez máximo que termina por destruir las buenas intenciones de los gestores culturales que se esfuerzan por levantar sus iniciativas, para que al final terminen siendo involucrados en actos completamente repudiables???

Distintos factores vienen a confluir en el desastre vivido en la última versión del Carnaval de los Mil Tambores. Pero una cosa sí tengo bastante clara. La organización de esta fiesta hizo todo lo posible por alejarse de este caos que se ha vuelto una constante en las últimas actividades de este tipo realizadas en la ciudad.

El factor “público masivo”

Sin duda alguna, cuando se planean estas actividades públicas se debe tener en cuenta de que se tendrá una gran cantidad de asistentes y que, dada la naturaleza de la fiesta, su entusiasmo podría desbordarse. Este público se convierte en masa y actuará y hará lo que la masa haga. Si la masa baila, bailará. Si la masa bebe, beberá y si la masa destruye, destruirá. Lo que haga uno, validará lo hecho para los otros.

No hay mayor sicología para analizar la masa. Puede ser cualquier persona que, en medio y formando parte de este grupo numeroso, pierda su identidad, se sienta liberado, potenciado y validado. Muy similar a lo que sería una estampida de animales salvajes. Así de duro y simple.

Por lo tanto, hay que tener un gran cuidado con el cómo se maneja este efecto masivo. Hay que pensar antes en cuáles son los estímulos que podrían desatar su reacción que, en lo general, podría ser irracional.

Lea el siguiente comentario dejado en Youtube en un video de los desmanes ocurridos después del último carnaval en la ciudad:

“…Wn, debiste grabar cuando los pacos llegaron a cumming pegandole a todo el mundo solo por estar carretiando alli, los disturbios empezaron por eso. Se supone que la wea era un carnaval, se entiende que la gente se ponga a chupar en la calle, eso no es motivo para reprimir con la brutalidad de la que hizo gala carabineros, y que solo consiguio dejar la crema en el centro. Pesimo prosedimietno policial, de no ser por carabineros, no habrian habido disturbios…” (sic)

Una de las formas con que se combate este efecto masa es la educación. Si se promueven individuos con un alto índice de identidad particular y conciencia propia, con un gran sentido de libertad propia y de respeto basado en la máxima de “mi libertad termina donde comienza la tuya”, estos propios individuos actuarán como catalizadores de lo que se debe y no se debe hacer. Entenderán la libertad no como el permiso para hacer lo que se les venga en gana, sino como un espacio en donde la ejercerá de manera responsable.

El factor “alcohol”

Al parecer, uno de los efectos que provoca la masa es la liberación de las inhibiciones, pues estando en medio uno queda cubierto, se hace parte y el anonimato lo cubre.

Si a este simple hecho se le suma otro desinhibidor como el alcohol, se estará potenciando este efecto, y en un grupo que da muestras de no saber manejarse en espacios de libertad podría resultar simplemente devastador.

Por este motivo, si se sabe que se contará con una gran afluencia de público a un lugar, se hace absolutamente necesario accionar las medidas para prevenir los sucesos lamentables.

Accionar y no reaccionar es la regla de oro. Si se acciona, se busca los medios para no seguir aportando los estímulos que hagan que la masa se vuelva incontrolable.

Prohibir la venta de alcohol antes y durante la actividad. Cerrar los puntos de venta, fiscalizar que esto se lleve a cabo de manera efectiva. Vigilar la venta de alcohol clandestina y neutralizarla.

Todos los que hemos estado en medio de estas fiestas públicas y masivas en Valparaíso, sabemos muy bien que se vende cerveza clandestinamente entre la gente. Las botillerías siguen abiertas y se encuentran llenas de gente comprando alcohol. No hay fiscalización si los que compran son mayores o menores de edad y para el caso, da lo mismo porque la masa no tiene edad.

El factor “policiaco”

Esto es delicado porque el accionar de Carabineros transita entre los puntos; disuadir por acto de presencia, reacción si se viola la ley y represión si se efectúan actos reñidos con el orden público.

Si la masa se comienza a descontrolar, Carabineros tendrá que intervenir. Es su trabajo. Así suele hacerlo. Si ve que hay gente bebiendo en la vía pública, lo que está prohibido, lo hará; si el grupo es numeroso, intervendrá con toda su fuerza de manera represiva.

El problema es que esto potencia el efecto. En vez de disuadir mediante la fuerza, provocará una explosión de la masa que al notarse en superioridad numérica y, contando con el anonimato que la masa proporciona, contra atacará y al no poder acertar en su objetivo, desahogará su frustración masiva con lo que tenga a su paso.

Es mejor accionar y no reaccionar. No se necesita ser un experto en inteligencia y logística del FBI para saber que en estas actividades callejeras, la masa se reúne en dos puntos de la ciudad: Bellavista con Blanco y Plaza Aníbal Pinto, en Cumming con Almirante Montt. Sería bueno reforzar con anterioridad efectivamente la presencia policiaca en esos puntos.

Actividades culturales y Valparaíso

Valparaíso necesita actividades que le aporten un “qué hacer” en la ciudad. No solo desde octubre en adelante, sino que todo el año. Toda ciudad que comienza a ser turística aprovecha este hecho para potenciar actividades, pues significan público que vendrá a la ciudad, que se hospedará en la ciudad, que comerá en la ciudad, que gastará en ella. Es un simple hecho de objetivo comercial. Valparaíso necesita dinero, entre otras cosas para cuidar su patrimonio. Si usted no lo sabe, es bueno que se entere, Valparaíso posee una municipalidad en constante estado de quiebra financiera. Por ese motivo le resulta tan difícil enfrentar tareas tales como cuidar de los ascensores. No importa el color político de su alcalde. Quien quiera que asuma ese cargo se enfrentará al simple hecho de que no tiene dinero para realizar las múltiples tareas que se le vendrán por delante.

Aún más. Se necesitan de estas actividades para potenciar el concepto de “Ciudad Cultural”

Si lo observa bien, se dará cuenta de que en la ciudad se han impuesto dos conceptos muy potentes: “Ciudad Patrimonio de la Humanidad” y “Ciudad Capital Cultural”. Para mí, esto es prácticamente un regalo. Cualquier ciudad del mundo se soñaría poseer ambos nombramientos.

Ambos son conceptos fuertes a nivel de marketing de ciudad. Pero no subsisten por sí solos. Hay que potenciarlos, mostrarlos, trabajarlos constantemente y aprovecharlos como plataforma para crear más y más eventos, durante todo el año y sobrepasar la estacionalidad alta y proyectarse a la baja temporada. Aquí no se hace un turismo playero. No es necesario el sol para venir a Valparaíso.

Entonces, contar con gestores culturales que crean actividades masivas en la ciudad y que las han llevado a cabo por mucho tiempo exitosamente, es prácticamente otro regalo.

Ya no hay festival de jazz en la ciudad. El que había tenía grandes problemas de producción, mala publicidad, una parrilla pobre y simplemente desapareció.

El festival de cine es casi críptico. Por su carácter de “Cine Patrimonial”, no resulta masivo y solo los entendidos asisten.

Cuando se realizan estas actividades, no veo pendones engalanando las avenidas de la ciudad, no veo un vuelo creativo publicitario agresivo y arriesgado. Cuando le comento a personas de Viña del Mar sobre “Valparaíso Cerro Abajo” o “Carnaval de Mil Tambores”, definitivamente no tienen idea de qué les hablo y me manifiestan su intención de que les encantaría venir. Si en Viña del Mar poca idea se tiene de lo que pasa en la ciudad vecina, en otros lugares como Santiago, San Pedro de Atacama, Patagonia, simplemente no se sabe nada y esos son justamente los lugares donde nuestro mercado está llegando.

Por ese motivo es tan importante tener gestores culturales. Hay que cuidarlos y trabajar con ellos para que sus eventos resulten. Hay que ir más allá de un estudio de factibilidad, hay que involucrarse.

Un gestor cultural crea un evento. Lo realiza y se preocupa de que todo resulte bien mientras este se desarrolla. Si muy posteriormente ocurren desmanes, no se le puede culpar por estos. Ahí esta fallando algo distinto.

A mi juicio, la última versión de Carnaval Mil Tambores fue completamente exitosa. Los organizadores decidieron moverlo del centro de la ciudad a los cerros justamente para alejarse de la posibilidad de que se produjeran desmanes durante su realización. Más aún, crearon un slogan manifestando esta intención. “Yo vivo Mil Tambores, yo cuido Valparaíso”. El evento partió a la hora y terminó aproximadamente a las once de la noche, sin presentar ningún problema durante su realización. El centro de la ciudad no se vio afectado en su flujo normal. La gente de los cerros sintió que se acercaba el carnaval a ellos. Un exitazo!!!!

Los desmanes se produjeron cuatro horas después de terminado este evento. Podemos realmente culparlos a ellos o responsabilizarlos por estos hechos????

Más aun, la organización decidió bajar parte de sus actividades para apoyar la intención de que los desmanes no continuaran. Lo que yo veo ahí es conciencia, intención y acción.

Por ese motivo, mi vista no termina de nublarse cuando leí las noticias de un diario local donde dice que los porteños piden que se termine con los eventos masivos. Las autoridades de la ciudad dicen que serán muy rigurosas al momento de dar una nueva autorización y que se corre el riesgo de que el próximo año no se autorice esta actividad.

Proponer terminar con estas actividades no me parece una solución al problema de fondo. Es solo esquivarlo de una manera simple. Es no comprometerse y no ser proactivo y es hacerse el trabajo fácil. Hay mucho por hacer en la ciudad y debemos avanzar tratando de solucionar los problemas y no simplemente huir de la situación.

En el caso del Carnaval Mil Tambores, esta versión fue la onceava. No es la primera vez que se hace y no se comprende que teniendo las experiencias anteriores más la de los Carnavales Culturales donde también han ocurrido incidentes, estos pareciera que sorprenden a las autoridades, como si fuese la primera vez que sucedieran.

No hay que asustarse, hay que inventar alternativas, como imprimir en blanco y negro y en papel barato información alusiva a proteger estas actividades públicas e invitando a no consumir alcohol en las calles recordando que por ley está prohibido y a qué penas se exponen los que lo hagan y a qué otras se exponen los que hagan desorden público y vandalismo. Esta información debería ser entregada por monitores que inviten a no beber y a cuidar la ciudad.

Tenemos, todos nosotros, un gran trabajo por delante para cuidar y proteger estas pocas actividades. Cuidar y proteger Valparaíso y quitarle el sino de “ciudad peligrosa”. Debemos ser proactivos y propositivos y sobre todo tratar de comprender los fenómenos y como estos se activan para vislumbrar soluciones efectivas. También debemos cuidar a nuestros gestores culturales. No los culpen de un vandalismo que sucedió horas después de terminado su evento, no los amenacen con cerrarles los espacios, aprecien su buena voluntad cuando hacen lo posible para promover una cultura participativa y no destructiva.

Cuidemos las pocas actividades que tenemos, no retiren los Carnavales. Al contrario, aprendamos de las experiencias, creemos aun más eventos, más conciertos, más festivales y publicitémoslos y valgámonos de ellos para potenciar la ciudad.

Eduquemos y culturicemos a las personas mediante campañas durante el año para que cuando se transformen en masa, sea una benigna y participativa y no borracha y destructiva como lo es ahora.

Leo Silva