Quiero decir, uno de aquellos con norte claro y sur oscuro, con el viento soplando, primero suave desde el norte, cubriendo de olor a mar toda la ciudad, para después desatarse en tormenta, en especial de noche, con truenos y relámpagos. Lluvia interminable que duraba semanas, tormenta que se detenía para después continuar con mayor ferocidad. Volando techos, haciendo crujir vigas, el agua golpeando en las ventanas. Las calles convertidas en ríos y las escaleras en cascadas.
En lo personal, extraño mucho esos temporales infinitos. Recuerdo que la temporada de lluvias comenzaba casi en mayo y se extendía hasta agosto y algunas veces hasta septiembre. Extraño sentir la precariedad de la ciudad sometida a la naturaleza descontrolada de la lluvia. Muchas veces me parecía que la ciudad estaba viva en medio de la tormenta. Era como si Valparaíso despertara de un sueño, era ver la ciudad convertida en un barco que las olas mojaban en su embate incansable, era verla danzar y moverse a merced del viento y la lluvia. Algo de ese puerto viejo, marinero, piratesco, despertaba en esos días de temporal.
De niño tenía un ritual cuando podía sentir los indicios de la tormenta. Como todo habitante de la ciudad, el olor a mar, las tonalidades del cielo, aquella sensación en la piel, la temperatura indecisa entre frío y tibieza, el sonido del tren más cerca que lo común, pues el viento desde el mar acerca los sonidos de la ciudad a los cerros, todos aquellos signos evidentes que aprendemos a traducir y a comprender; el temporal se acercaba inevitablemente. Corría entonces a buscar un libro: Moby Dick de Herman Melville. No era mío, era de mi hermano mayor, sin embargo le sacaba este libro viejo de páginas amarillas y quebradizas para salir corriendo con él a un cuarto en el alto de mi casa paterna con vista al mar. Una pieza solitaria sin conexión interior con la casa, sometida absolutamente al viento. Estar ahí era estar en el medio del temporal. No solo sentirlo y vivirlo, sino que hacerse parte de esta fiesta de viento y lluvia.
El cuarto estaba amoblado y tenía un escritorio y una cama. Me tendía en ella y me cubría para leer Moby Dick y tener la banda de sonido perfecta para su aventura: El viento y la lluvia.
Alucinaba, sencillamente alucinaba, en especial cuando leía las líneas sobre Ahab, el capitán del Pequod que soñaba con vengarse de Moby Dick, en uno de sus viajes había escupido en el cáliz de una iglesia en Valparaíso. Wow!!! pensaba, y yo estoy aquí mismo.
Me encantaba detener la lectura calculando el momento cuando los barcos cargueros saldrían a capear el temporal mar afuera. Era en ese momento cuando podía calcular el tamaño de las olas en comparación con los grandes barcos que salían metiendo su proa en el mar, sumergiéndola para sacarla nuevamente entre la espuma blanca. Me dormía arrullado por el sonido de la lluvia y del viento con aquel libro entre los brazos.
El cuarto estaba amoblado y tenía un escritorio y una cama. Me tendía en ella y me cubría para leer Moby Dick y tener la banda de sonido perfecta para su aventura: El viento y la lluvia.
Alucinaba, sencillamente alucinaba, en especial cuando leía las líneas sobre Ahab, el capitán del Pequod que soñaba con vengarse de Moby Dick, en uno de sus viajes había escupido en el cáliz de una iglesia en Valparaíso. Wow!!! pensaba, y yo estoy aquí mismo.
Me encantaba detener la lectura calculando el momento cuando los barcos cargueros saldrían a capear el temporal mar afuera. Era en ese momento cuando podía calcular el tamaño de las olas en comparación con los grandes barcos que salían metiendo su proa en el mar, sumergiéndola para sacarla nuevamente entre la espuma blanca. Me dormía arrullado por el sonido de la lluvia y del viento con aquel libro entre los brazos.
Cómo extraño un buen temporal en Valparaíso. Correr por las calles saltando el agua convertida en río en las calles en bajada, llegar a un mirador o a la playa y abrir los brazos para ser abrazado por el viento, la costanera y jugar a arrancarse de las olas que golpeaban la orilla en una explosión blanca de agua y sal, estar en medio de esa aventura cinematográfica, emocionante, real y terriblemente trágica.
Cómo extraño una buena tormenta en Valparaíso. Quiero zozobrar, naufragar en medio de viento y mar.
Leo Silva
Cómo extraño una buena tormenta en Valparaíso. Quiero zozobrar, naufragar en medio de viento y mar.
Leo Silva
Que melancólico estás!!!!!
ResponderEliminarY que tal andar en bote en la avenida Argentina, para llegar a tomar el tren en la estación Barón?, son mis recuerdos de los 70...y los temporales en el borde costero muy bien acompañados a la altura de Bellavista o Av. Francia?... tiempos en que el borde era de todos los porteños...?????? ¡¡¡¡¡ El tiempo pasa nos vamos poniendo viejos y el amor n....!!!!!
Abrazos poeta...
Marga
Nostalgia...
ResponderEliminarrecuerdo muy bien ese fuerte olor a mar...el viento...las olas...la lluvia...implorar que siguiera lloviando x no ir a clases...quedarme en casa y gozar en la tarde de un rico tecito y las infaltables sopaipillas de las tarde de lluvia y frio.
Recuerdo tambien ponerme de rodillas a orar para que dejara de llover por que ya todas las casas se estaban pasando de humedad por la incesante lluvia y el terror a los temblores tan tipicos que siempre llegaban sin aviso justo despúes de un temporal y arrazaban con las casitas mas debiles....
Gracias Leonardo por compartir temas que no los pensamos hasta que alguien nos transporta y nos hace nuevamnete revivir y recordar sensaciones que estan gravadas de una u otra manera para todos los que hemos pasado uno ó más inviernos en nuestro puerto querido!!!
Gracias por tu lindo y entretenido trabajo!!!
Juliette...
Wow!!! Los recuerdos y las vivencias de los porteños, tan fimiliares, tan similares unas de otras, comienzan a aparecer.
ResponderEliminarNavegar en bote la Av. Argentina. Simplemente surrealista. Orar para que el aguacero se detenga, mágico momento de luz tenue, frio en la casa y el viento desafiante de las oraciones humanas.
Eso es lo que somos porteños míos. Ahí es donde se arraiga nuestra identidad, en lo que somos, lo que vivimos, lo que sentimos.
Todos similares, todos lo mismo...
Viento, lluvia, mar e infinito;
ResponderEliminarson los componentes de base para quienes poseen alma de poeta, y el saber percibirlos es un atributo de quienes se regocijan de vivir en poesia.
Valparaiso fragmento de tormentas!
Valparaiso; poema atemporal!
Ver los temporales saliendo del Liceo en la costanera, parados arriba de unos vagones de ferrocarril en desuso, cuando las olas pasaban por arriba del molo, donde el olor a mar se mezclaba con el olor a café de la fábrica Tres Montes(gracias a Dios que todavía contamos con ese olorcillo)y también el aroma a galletas recién horneadas de la fábrica Hücke(qué pena que ya no contemos con ella, ahí inventaron las galletas tritón, las galletas chiquitín, el chocolate trencito, etc., etc.), para pasar posteriormente por el Café Vienés para engullir esos maravillosos berlines recién fritos, aún tibios, rellenos con mermelada(como corresponde a los verdaderos berlines)estoy hablando de vivencias entre los años 1965 y 1970.¿Podrá revivir el Vienés o el Riquet?...echo de menos los berlínes o los rollitos con crema de lúcumas del Riquet.¡Qué perdida!.
ResponderEliminarQue buenos comentarios han llegado. Todos con hermosos recuerdos.
ResponderEliminarTambién disfrute de ver pasar las olas por arriba del molo y todavía me pierdo con el olor a café de Corpora Tres Montes.
Viejas cafeterías y salones de te que van haciendo falta en este Valparaíso cosmopolita y turístico.
Abrazos a todos y buenos vientos
Querido poeta porteño,
ResponderEliminarTú dices que extrañas los temporales infinitos. Pues yo, los finitos.
Sin embargo, hablamos de los mismos temporales, aunque los asignemos nombres distintos.
Y es verdad: hace tiempo que no tenemos un temporal finito, con salida clara y pasada borrada, con el viento abrazándonos, primero cariñoso desde lo claro, cubiéndonos con su dulce olor marítimo, para después desatarse en tormenta oculta, en especial de noche, con truenos y relámpagos.
Y al final, nos quedamos como una cuerda floja...
Ufff, qué diría por un buen temporal. Finito.
ME GUSTAN LOS DÍAS TEMPLADOS Y NUBLADOS A PUNTO DE LLOVER,ESOS DÍAS DONDE A LO LEJOS PUEDES VER CON MAS NITIDEZ LOS DETALLES DE LAS CASAS Y DE LAS CALLES Y DE LOS CERROS,SON MOMENTOS ESPECIALES E INOLVIDABLES,DE HECHO MI NIÑEZ LA PASÉ EN EN LOS DÍAS DE LLUVIA EN UN BALCÓN DEL CERRO LECHEROS ,VEÍA TRUENOS ,RELÁMPAGOS ,LLUVIA,TECHOS DESBORDANTES DE AGUA,Y MAS DE ALGUNO TRATANDO DE ARREGLAR ALGUNA FISURA EN LOS VIEJOS CINCS.EN LA CALLE -RÍOS DE AGUA,Y HACÍAMOS BARQUITOS DE PAPEL PARA ECHARLOS A NAVEGAR POR EL IMPROVISADO RÍO DE LA CALLE CERVANTES,,AGUA QUE LLEGABA AL PLAN DE LA CIUDAD,UNA QUE OTRA GOTERA ,OLLAS,TARROS,HASTA UNA BACINICA PARA QUE CAYERA EL AGUA QUE SE FILTRABA A NUESTRA PIEZA,AÑORANZA DE LA BENDITA LLUVIA QUE ESCASEA ESTOS DÍAS,,,,,,,,,,PERO HOY 2 DE MAYO DIOS BENDICE LA TIERRA SECA Y ÁRIDA CON SU LLUVIA,SUS TRUENOS Y RELÁMPAGOS,NOS ALEGRAMOS MUCHOS DE NOSOTROS Y YO MUCHO MAS.....SALUDOS. b.j.thomas canta''gotas de lluvia caen sobre mi cabeza´´
ResponderEliminarHermoso comentario.
EliminarHermosos recuerdos de nuestra lluvia ancestral. Esa que se cuela por las callejuelas de la ciudad. Aquella que se nos fluía gotera a gotera en nuestras casas. Nuestros balcones porteños convertidos en atalayas ventosas.
Roguemos por un nuevo temporal.
Abrazos eternos
Leo, pese a los años que nos conocemos, ha sido una enorme y grata sorpresa saber de tu faceta literaria, que por cierto, como a todos, nos transporta a aquellos temporales de nuestra infancia. Otros lectores han comentado la odisea que era atravesar la Av. Argentina (¡bien que lo supe, estudiando en la Escuela 3!), o aquellas sopaipillas, que en mi casa salían de las maravillosas manos aconcagüinas de María, mientras veía descargarse la lluvia sobre las iglesias del Barón... ¡Cómo nos hace falta un buen temporal!
ResponderEliminarsabias que "temporal" es mi preferida....? no se porque me remite a mi infancia tambien....habremos extrapolado sensaciones a traves del oceano ?.....querido amigo leyendote estoy en valparaiso........la mente atraviesa el tiempo y distancia...gracias
ResponderEliminarEdu Veccar