Nacido y criado en Valparaíso.
Originalmente es Diseñador gráfico y publicista.
Desarrolla su actividad de guía de turismo local desde el año 2002 desde su propia empresa Ruta Valparaíso la que fue creada para realizar circuitos turísticos que den cuenta de la más profunda identidad de Valparaíso.
También es contratado como guía por otras compañías que requieren de sus servicios.
Desde hace mucho tiempo que estaba trabajando en este proyecto. Tenía muchas ganas de renovar el viejo sitio web de Ruta Valparaíso, que ya había cumplido su etapa. Sin embargo, quería conservar el concepto inicial profundizándolo aún más y modificar la gráfica.
Siempre que he enfrentado el diseño de mi sitio web me he propuesto realizar, más que un sitio sobre mi pequeña empresa de City Tours, uno que destaque la ciudad y sus atractivos para posicionarla como un destino turístico. Por supuesto que al final de todo están mis circuitos y mis ofertas. Es marketing aplicado, soy un emprendedor y busco mis alternativas.
Pero también es una manera de compartir, de hacerse parte del proceso que se vive en la ciudad. De juntar en un sitio mucho tiempo de navegación en Internet y recopilar mucha información interesante.
Ya en mi primera web, busqué algo similar. El efecto fue muy bueno y el ranking en Google impresionante. Tenía historia, imperdibles, listas de lugares, etc. Lo mejor fue un mapa que diseñé cuadra por cuadra, para transformarlo en un mapa interactivo que se convirtió en la vedette del sitio. Por ese tiempo no tenía idea de lo que era o significaba Internet. Me lo imaginaba, pero no podía llegar a comprender su alcance, solo lo intuía. Ese diseño que ya no existe fue realizado sin tener la menor idea de lo que significa navegar. También no tenía ningún conocimiento sobre softwares gráficos para diseñar sitios web. Me las arreglé y Mauricio Henríquez de Soft Line lo llevó a cabo, respetando íntegramente el diseño original.
Siempre me ha gustado la autonomía y no tener que depender de las manos de nadie. Si lo puedo hacer yo mismo, tanto mejor. Me preparé, aprendí, practiqué hasta estar listo para enfrentar el nuevo diseño que ahora les presento.
Como soy guía de turismo, no podré dejar mi deformación profesional de lado y los guiaré por el nuevo sitio.
Portada: Dos posibilidades de menús para navegar a las mismas páginas y la presentación de los ítems más importantes. El sitio está en tres idiomas, los más solicitados por los pasajeros que están llegando a Valparaíso y los básicos para extender la información sobre la ciudad. Siempre hemos pensado que con una versión en inglés basta y no es así. Se abrirán nuevos mercados para Valparaíso si facilitamos las cosas para quienes buscan la información.
Historia: Por mi labor como guía, siempre he buscado mucha información en Internet. De seguro todos los guías de turismo lo hacen. Siempre pensé: qué bueno sería encontrar una compilación de información en un solo sitio. Algo que facilitara las cosas o la punta de un hilo para tirar y simplemente desenrollar la información. También es compartir estos años de navegación con quien lo necesite. A mis colegas guías les enviaré el link de esta página para que puedan encontrar lo que buscan en materia de información histórica. También, me gusta imaginar la idea del aporte educacional sobre Valparaíso. Mucho se comenta que no se educa sobre la ciudad y su patrimonio. La línea del tiempo diseñada es fácil de usar y posee informacion referencial sobre el hecho histórico, seguido de un link para profundizar en el tema si se lo desea. Para tareas escolares, estudios o por simple interés, la línea del tiempo lo ayudará mucho desde el descubrimiento, pasando por los piratas, ascensores, submarino Flach, Canal de Panamá y nombramiento de un área como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Valparaíso Info: Es mi favorita de todo el sitio. Diseñar información sobre Valparaíso, explicar de qué se trata y cómo es la ciudad, para mí es un agrado. Una hermosa fotografía panorámica de la ciudad tomada por uno de mis pasajeros causa el mismo efecto que cuando comienzo mis circuitos en el mirador de donde fue tomada. El primer encuentro con Valparaíso. Fotografías, ficha técnica y mi sección preferida; Experiencias porteñas.
Esta sección es un compilado de cosas y actividades que se transforman en grandes imperdibles (Highlights) para los que quieran experimentar la ciudad. Son detalles propios de nuestra identidad, aquélla que me interesa tanto validar. Pongámoslo de esta forma: cuando visitas una ciudad famosa en el mundo, como Río de Janeiro o París, basta con que veas su lugar destacado, su iconográfico turístico y, al presenciarlo o, mejor aún, tocarlo, puedes decir. Yo estuve ahí!!!!!. Eso es lo que sucede con el Cristo Redentor en Río y con la Torre Eiffel en París. En Valparaíso aún no tenemos posicionado ese lugar iconográfico. Existe, pero no está posicionado a un nivel mundial de una manera que traduzca en si mismo lo que la ciudad es. Por supuesto que los ascensores son ese lugar que en sí mismos sintetizan, cual logotipo, lo que es Valparaíso. Pero dudo que suceda que algún berlinés o neoyorkino le muestres una foto de un ascensor y te diga: Ahhhhhh!!!! Es Valparaíso – Chile. Por lo tanto, son una serie de imperdibles o de actividades las que pueden resultar interesantes para entusiasmar y cautivar al público extranjero. Fotografías, textos y videos cortos dan cuenta de algunas de las múltiples cosas que nos definen como ciudad e identidad. Por supuesto que hay muchas más, pero éstas son las que me pareció interesantes destacar y son además las que suelo mostrar en mis circuitos. Desde un viaje en Ascensor, pasando por la famosa vuelta en lancha por la bahía, bares tradicionales, La Chorrillana, Noche de Año Nuevo en el mar.
Mapa Interactivo: La tecnología de Google y sus múltiples posibilidades dejó obsoleto mi viejo mapa que dibujé cuadra a cuadra. Sumé este Google map a mi sitio que da la posibilidad de ver la fotografía satelital de la ciudad. Los íconos me pertenecen y la información que se despliega da la posibilidad de sumar fotografías, información y videos. Es una buena forma de jugar a hacer un circuito interactivo por la ciudad. Todavía estoy sumando información a este mapa que se irá actualizando periódicamente.
Fotografías: Esta página es un regalo para mis pasajeros. Suelo tomar fotografías de ellos las que les envío en un link. Ellos pueden visitar el sitio y recordar su circuito en la ciudad.
Quiénes somos: Es la página institucional. En ella explico cuál es el concepto de lo que hacemos y cuál es la forma de hacerlo. Destaco también a las personas que suelen trabajar conmigo. Estamos conformando un equipo, hecho que me satisface.
City Tours: Los programas que estamos ofreciendo. Hemos querido ir un poco más allá, creando nuevos circuitos y nuevas ideas. La mejor forma de potenciarlas es sacarlas al mercado.
Este artículo en Andanzas por Valparaíso es el lanzamiento oficial del sitio. Yo espero que los disfruten y también espero que se transforme en un aporte a la que es la gran lucha de Valparaíso por conservar su identidad y promoverse como un destino turístico. Se vienen tiempos interesantes, se desea y se comienza a luchar por una Ley Valparaíso y el “Plan Rumbo” ya comienza a ajustar sus cartas de navegación en dirección al posicionamiento de la ciudad.
A propósito de mi publicación anterior sobre el Grassroots, la organización que nace de los ciudadanos, en Valparaíso tenemos un Carnaval que de pronto nació, de pronto mostró que tenía regularidad, de pronto creció y captó nuestra atención. Este carnaval no viene de una propuesta “oficial” como lo es el Carnaval Cultural. Nació de la mano de sus gestores, quienes lo soñaron, lo diseñaron, lo gestaron, lo promovieron y ya lo han llevado a las calles por diez años consecutivos. Este carnaval callejero prácticamente abre la temporada de arte en la ciudad. Después de esta actividad se vienen otras más, con mucha música, arte escénico, exposiciones, aportándole a Valparaíso una adorable atmósfera cultural y bohemia.
El Carnaval de los Mil tambores es justamente un buen ejemplo de un “Grassroots” a la chilena y me llena de esperanzas que los que organizaron este Carnaval sean en su mayoría jóvenes. Es una organización alternativa de gente con evidente tendencia libertaria, que hace 10 años dieron una vuelta a la tuerca en su forma de lucha y propiciaron este hermoso carnaval.
En el año 1999 se gestó este espectáculo para recuperar un lugar, La ex Feria del Mar, como espacio público. Desde entonces su realización está vinculada a algún tema de interés ciudadano; de esta manera ellos percuten tambores, pintan sus cuerpos, bailan y ponen el acento, subrayan, hacen evidente a la ciudadanía algún tema que requiere su atención.
Así, han desfilado por la defensa y recuperación de la ex Cárcel de Valparaíso, por la recuperación de la quebrada Santa María que hoy en día es el Parque de las Artes Violeta Parra y promueven la formación de escuelas de carnaval donde sea: escuelas, universidades, centros culturales, etc.
Me resulta muy interesante, pues su quehacer es diverso y muy variado y no solo se remite al desfile y a las fiestas en las caletas de pescadores. Ellos hacen una concentración de jóvenes en donde unos a otros se dictan talleres de percusión, de circo, danza, malabares, zancos. La semana en que el Carnaval se realiza, ellos aun tienen muchas más actividades escénicas en su parque cultural.
Cuando comenzó, fue una sorpresa ver este carnaval en la calle. Aunque se decía que eran mil tambores no parecía algo muy importante. Veías a un grupo de chicos desfilar en un pasacalles modesto. En un lugar donde no hay cultura de carnavales, donde no tenemos esa tradición, pasaban los integrantes de las comparsas aprendiendo a hacer un carnaval y con actitud de orgullo, pues habían conseguido el espacio, estaban en la calle con carabineros abriendo el paso y cerrando la columna.
Con el tiempo este Carnaval comenzó a llamar más la atención. En cierta forma nos obligó a voltear la cara a su paso, exigió a punta de tambores nuestra atención y comenzó a desarrollar alguna tradición como lo son los cuerpos pintados, chicas a quienes pintan sus cuerpos desnudos antes de comenzar el pasacalles en una plaza. La gente se agolpa a ver esta actividad y después los cuerpos pintados forman una de las comparsas callejeras.
Los temas de realización han sido variados. El año pasado fue el derecho a la educación pública y este año, la Asamblea Constituyente, llamando a la ciudadanía a tomar posición y participar para rediseñar la Carta Magna.
Mira la NOTA que hicimos con Francisca Silva del Pasacalles Mil Tambores.
La producción ha ido aumentando. Sumado a su blog ahora se les encuentra en Facebook y cuentan con un impresionante y hermoso sitio web, con un diseño plagado de detalles identitarios porteños. Con todo esto, el Carnaval de los Mil tambores tiene este encanto de lo hecho a mano, sin grandes desbordes de producción. Aún no es un monstruo de Carnaval y esto se transforma en su principal fortaleza. Es adorable ver la participación. Los amigos se encuentran, unos van desfilando y los otros los saludan. Destaca la participación de muchas personas diversas y la inclusión de niños que desfilan en comparsas o que batuquean a la par de los más grandes. No importa que no seamos grandes bailarines, que nuestro ritmo no se compare a los de los brasileños. Me encanta este concepto a la chilena, un poco desordenado, contando con la buena voluntad que te permite mezclarte entre las comparsas, y terminar bailando al final de la más animada. El ambiente no es de violencia, es de camaradería y compañerismo. Saltas, bailas apretujado por la gente y no hay ningún problema.
Todavía le falta mucho por crecer y mucho por avanzar. Aún persiste la batucada brasilera que ya con el tiempo comienza a sonar extrañamente chilena. Me gustaría ver más comparsas mapuches entre medio y, por sobre todo, más comparsas que rindan tributo al carnaval del norte de Chile. Morenadas y diabladas darían mucha fuerza a este Carnaval, bandas más grandes de música del norte que ya aparecen y sin duda su potencia se siente.
De seguro que el Carnaval de los Mil Tambores irá creciendo y se irá posicionando. Estoy seguro de que si se le apoya, se puede convertir en un hito esperado en octubre. La producción también irá creciendo y mejorando, solo espero que siempre conserve ese carácter ciudadano y esa desfachatez encantadora que te permite sumarte a la fiesta entre las comparsas y bailar en un sano desorden en Parque Italia.
Lo principal ya está hecho y hay que cuidarlo. Ya se ganó la calle, ya se hace por diez años, ya nos pertenece a todos los porteños.
Felicitaciones a todos los que lo sueñan y lo organizan contando con sus propias fuerzas de creación, propuesta y solución. Le han dado un gran regalo a la ciudad y nos han enseñado que la organización social es aún posible.
Yo no me pierdo el próximo Carnaval de los Mil tambores. Espero verte bailando y disfrutando en Parque Italia.
En mi último artículo sobre los Ascensores de Valparaíso recibí un comentario que me llamó mucho la atención.
Bernhard Kerscher, alemán residente en Chile, director académico de un prestigioso colegio de la zona, asertivamente dejó una crítica al poco compromiso de los chilenos con su patrimonio, en especial se refiere a los porteños y su tendencia emocional a cantar “La Joya del Pacífico” y dejar su compromiso en los últimos compases del valsecito. Pero también dejó caer un término desconocido en Chile tanto en su forma como en su fondo.
Lo cito: “…veo tan poca conciencia de la mayoría de los ciudadanos acerca su patrimonio cultural que no me puedo imaginar una organización de “grassroots” que coordine las protestas necesarias…”
El Grassroots hace referencia a la organización ciudadana de bases. Si no se entendió, a la organización que parte de la gente, de la ciudadanía. Aquella que se junta y mueve su quehacer proactivamente a nivel local y comunitario. Organiza protestas, imprime panfletos, llama la atención, etc. Sin embargo, no se quedan en la protesta callejera, van más allá haciendo propuestas, consiguiendo firmas, llamando a organizaciones, buscando recursos, etc.
Googleando el término me encontré con que ellos, los gringos, tienen tan asumido este concepto y lo valoran tanto, que hasta tienen blogs y sitios web guías de asesoramiento de cómo hacer Grassroots. En ellos denuncian, sacan a la luz pública, opinan, asesoran, se toman de la mano van más allá.
Ellos, los gringos, tienen muy claro que sin organización ciudadana no hay gobierno posible. Saben muy bien que el gobierno gobierna en las grandes problemáticas, pero son los ciudadanos los que se comprometen en poner sus problemas en la primera página y en su mayoría terminan por proponer ellos mismos la solución. Así, plantan árboles, arreglan plazas y logran cosas bastante mayores como impedir la demolición de un edificio y promover su rehabilitación y reutilización. Ponen el acento donde les interesa.
Hay varios gringos que actúan en la ciudad y pareciera ser que a ellos les resultan las cosas. Saben muy bien cómo articular, dónde dirigirse, dónde conseguir fondos, saben negociar, no se casan con nadie, son independientes, proactivos, crean fundaciones y proponen soluciones que funcionan, y muchas de ellas se llevan a la realidad.
Muchas veces mis pasajeros, viendo el evidente peligro de alguna vista en algún mirador por la construcción de un edificio, o por el lamentable estado de nuestros ascensores me dicen: Pero Leo, por qué no se organizan ustedes???. No sabe lo difícil que resulta eso acá, les digo yo.
Por qué nos pasa esto a nosotros??? Por qué no podemos llevar organizaciones adelante y con resultados positivos???
Según mi opinión, a nosotros nos cuesta mucho ser eficientes o eficaces. Las personas no saben actuar en diálogo. Al chileno le cuesta mucho ser frontal sin que esto signifique una confrontación. Generalmente damos vueltas y vueltas en nuestras ideas y nos terminamos por desviar del tema, somos poco perseverantes y muy pesimistas y nos desencantamos ante el primer escollo (yo te dije que no iba a resultar…). Desconfiamos de los otros y de sus intenciones, no sabemos jugar con ellas y ponerlas a nuestro favor. Las reuniones aquí son un desastre de descalificaciones que, muy por lo general, terminan en el plano personal. Aquí, cuando se nos propone participar en organización, solemos salir corriendo, esquivando la responsabilidad. Que nos va a quitar tiempo, que es una lata una reunión en fines de semana o después del trabajo y sobre todo, tenemos plena conciencia de que terminaremos pasando un mal rato.
Nuestras organizaciones ciudadanas acaban siempre por protestar frente al edificio oficial, gobierno regional, intendencia, etc. para exigir lo que queremos y no sabemos lograr por nosotros mismos. Queremos siempre que otro se haga cargo y es lo que entendemos por política; protestar.
Es impresionante, pero si se busca en internet se puede encontrar que en Europa, por ejemplo, se editan libros guías (Handbooks) hasta para ser Squater u okupa. Qué hacer, qué no hacer, cómo hacerlo, sugerencias, recomendaciones, datos; todo respaldado legalmente con abogados que prestan asesorías en caso necesario y que se han especializado en el tema. Qué diferencia, dios mío!!!
Qué diferente sería si los ciudadanos se organizaran en sus barrios para proteger su ascensor, promoviendo y proponiendo la solución más allá de pedirle al ministro de transporte que se haga cargo. Qué diferente sería si una organización de vecinos actuara en contra de la demolición del edificio que albergó a la compañía Chilena de Tabacos en barrio Almendral, porque es un patrimonio que aportó al dibujo urbano del sector convirtiéndose en un referente y proponiendo, por ejemplo, que se transforme en un hotel o en un museo ciudadano o un centro cultural. Qué diferente sería si los habitantes no se limitaran a mirar con resignación y desidia lo que pasa a su alrededor en un lugar que es patrimonial por todos lados y en donde esto se puede transformar en el GRAN NEGOCIO DE LA CIUDAD.
En uno de mis últimos tours, conversando sobre este concepto de organización ciudadana a raíz de una consulta de una pasajera británica sobre la protección patrimonial en Valparaíso, llegamos a una bizarra pero imaginativa alegoría. Le dije:
.- Me encantaría hacerle una lobotomía a alguno de ustedes y encontrar el chip que dice “Grassroots” para estudiarlo e insertarlo finalmente en el cerebro de nuestra ciudadanía.
.- Yeah!!!. Me dijo ella. A mí me encantaría hacer lo mismo y encontrar en ustedes el chip que dice “Dance”.
Ya hace un par de días había tenido un adelanto sobre este tema. Me encontraba guiando a un grupo de franceses en el ascensor Larraín, mostrándolo desde la calle pues solo funciona en los horarios de mayor movimiento. Estaba dando las explicaciones y una señora se me acercó y me dijo que me esperaría para hablarme de algo. Tuve que dejar a mis pasajeros por unos segundos para atender a la señora.
Señor, me dijo, usted que muestra tanto estos ascensores, podrá hacer algo para que éste vuelva a funcionar a tiempo completo??? Vea usted, debemos bajar y subir las escalas y el ascensor nos servía tanto.
Tuve que decirle que no podía hacer nada. Quisiera tanto haberle dicho que podía hacerlo todo. Sin embargo, solo muestro los ascensores y la ciudad. Aunque la gente vea en mí a alguien que articula cosas, en esta materia estoy tan de manos atadas y tan perplejo como el resto de los habitantes de la ciudad.
El texto de la consulta de la señora revela uno de los dramas del cierre de los ascensores: el cotidiano del porteño que los usa como medio de transporte. Esta tragedia social es la menos valorada, la menos publicitada. Ante la grandilocuencia de ser considerados eventos turísticos y monumentos patrimoniales, la preocupación de la señora del cerro Larraín queda reducida a un detalle. Dramático pero real.
La debacle de los ascensores se ha venido in crescendo, reflejando la falta de visión y de gestión de todos los involucrados en su mantención. Pero también debemos ser críticos con nosotros mismos; los habitantes de la ciudad que aún dormimos un letargo y esperamos que otros nos solucionen los problemas que deberíamos tomar en nuestras propias manos, organizándonos, buscando soluciones, siendo inquietos y activos y no pasivos.
Pasemos una breve revista al estado de los ascensores, pues la tragedia del cierre de Monjas, Mariposa y Florida es solo parte de la delicada situación que ya de años están viviendo nuestros funiculares.
Ascensor Barón (Administración: Municipalidad de Valparaíso): Cerrado desde hace ya varios años por un problema en su maquinaria. En su sala de máquinas había una sencilla pero hermosa exposición de fotos antiguas de todos los ascensores. La sala ha sido saqueada y han desaparecido todas las fotografías y las viejas herramientas. El ascensor ya da muestras de abandono y sus carros lucen grafiteados.
Ascensor Lecheros (Administración: Privado): Detenido desde hace unos dos años por un incendio en su estación baja que dio cuenta de uno de sus carros. Es el único ascensor privado de la ciudad que pertenece a don Justo Maturana (o pertenecía, no sé si su situación ha cambiado). En el lugar de su estación baja hoy en día hay un lugar para estacionar autos.
Ascensor Larraín (Administración: Comp. De Ascensores mecánicos de Valpo.): Funcionando desde hace unos meses solo en horarios de mayor movimiento. Mal indicio pues los ascensores que cerraron justamente estaban abriendo solo en horarios de alto movimiento.
Ascensor Polanco (Administración: Municipalidad de Valparaíso): Funcionando en horario continuado, sin embargo su estado es delicado y frecuentemente debe ser detenido para ser reparado. El hecho de que sea el único ascensor como tal lo convierte en área de gran interés turístico.
Ascensor Monjas (Administración: Comp. De Ascensores mecánicos de Valpo.): Recién Cerrado
Ascensor Mariposa (Administración: Comp. De Ascensores mecánicos de Valpo.): Recién Cerrado
Ascensor Florida (Administración: Comp. De Ascensores mecánicos de Valpo.): Recién cerrado
Ascensor Espíritu Santo (Administración: Comp. De Ascensores mecánicos de Valpo.): Funcionando y se le ve saludable. Llega a sector de Museo a Cielo Abierto, área de creciente interés turístico.
Ascensor Reina Victoria (Administración: Municipalidad de Valparaíso): Recientemente reparado y puesto en funcionamiento. Es uno de los accesos a una de las áreas más turísticas de la ciudad.
Ascensor Concepción (Administración: Comp. De Ascensores mecánicos de Valpo.): Funcionando y saludable. Es uno de los ascensores en donde se pueden apreciar reparaciones y arreglos en sus carros. Uno de los ascensores que más movimiento tiene, pues llega al sector más turístico de la ciudad.
Ascensor el Peral (Administración: Municipalidad de Valparaíso): Funcionando. También es acceso a un área de gran interés turístico.
Ascensor San Agustín (Administración: Municipalidad de Valparaíso): Recientemente reparado sin embargo, al parecer funciona solo en horarios de gran movimiento de público.
Ascensor Cordillera (Administración: Comp. De Ascensores mecánicos de Valpo.): Desconozco si está funcionando, solo puedo decir que cada vez que paso por el lugar lo veo detenido. Este ascensor sufrió una modificación de su estación baja completamente fuera de cuidado patrimonial. La calle Serrano fue posteriormente modificada bajo un concepto historicista con empedrado en su calle. Esto provoca que quede en evidencia la horrible modificación de la estación baja del ascensor.
Ascensor Artillería (Administración: Comp. De Ascensores mecánicos de Valpo.): Funcionando y saludable. También se puede apreciar el constante cuidado de sus estaciones y de todo el emplazamiento. Sirve de acceso a un área de gran interés turístico Es el sector más visitado por las compañías que mueven pasajeros de cruceros. En temporada alta se pueden apreciar las filas de personas esperando a tomar el ascensor.
Ascensor Villaseca (Administración: Comp. De Ascensores mecánicos de Valpo.): Cerrado por los trabajos realizados en el área del nuevo acceso al puerto. Este trabajo ya está finalizado y el ascensor aún no se pone en funcionamiento.
En mi caso particular, ha sido dramático porque los he visto caer uno a uno. Comenzaba con mis circuitos en Ascensor Barón y seguía a Lecheros. Después me tuve que mover a Larraín y ahora solo tengo Polanco en el área de Av. Argentina. También solía mostrar Florida. Ya no los tengo.
Una reflexión sobre los ascensores detenidos: El tiempo sin actividad va deteriorando maquinarias y estructuras, haciendo aún más complejo y oneroso ponerlos en actividad nuevamente. Cada día que pasa, la situación se complica.
Una reflexión sobre los ascensores funcionando: La mayoría de los que se encuentran o se notan saludables son accesos de áreas de interés turístico, convirtiendo al ascensor en parte del atractivo del lugar y por lo tanto, teniendo gran afluencia de público.
Esto nos hace caer en cuenta que el gran problema de los ascensores de Valparaíso es su gestión comercial. Aparte, claro está, de cuando sufren una avería en sus maquinarias y que en sus estructuras hay evidentes problemas de vejez. Si los ascensores cerrados hubiesen tenido un buen flujo de pasajeros, no habría sido necesario cerrarlos y se habrían podido potenciar utilizando sus propios recursos. Un ascensor es una empresa y quien lo administre debe luchar constantemente para tener pasajeros y no confiar en el flujo cautivo que le da su sector. Como todo empresario, quien administre los ascensores debe hacer uso de su creatividad y de sus posibilidades de gestión y no descansar en la posibilidad, remota, de que el estado le subsidie o le dé recursos para mantener su negocio.
Esto me recuerda inmediatamente un proyecto que funcionó muy bien y que al momento de ser llevado a cabo, yo pensé que serviría de antecedente para futuras gestiones. Me refiero al proyecto de “Un Ascensor un Barrio” que potenció la Fundación Valparaíso.
Antes de desarrollar este punto, me permitiré la libertad de declarar, con Biblia en mano, que no tengo ninguna relación con la Fundación Valparaíso, ni con su fundador Todd Temkin, más que una profunda admiración por su gestión y preocupación constante por los temas ciudadanos, y por estar constantemente al frente de los proyectos patrimoniales, siempre activos y propositivos. Digo esto para evitar la natural desconfianza nacional. Soy absolutamente independiente y mi opinión es solo la de un porteño más.
La Fundación encargó un estudio con respecto a los ascensores, previendo la situación límite en que se encuentran en este momento. Hay que recordar que los ascensores de Valparaíso fueron nombrados uno de los 100 monumentos del mundo en mayor peligro de extinción por la ONG World Monuments Fund.
El estudio encargado les arrojó la interesante conclusión de que si el barrio al cual llegaba el ascensor se potenciaba, inmediatamente se mejoraba la plusvalía del lugar y como un efecto colateral el ascensor mejoraba su movimiento de pasajeros. La Fundación puso en práctica esta teoría en el barrio en donde llega el Ascensor Espíritu Santo. Se consiguieron recursos, pinturas, se involucró a los vecinos y a la participación ciudadana, sin discursos, sino que con propuestas: estudiantes de diseño compitieron para presentar proyectos de pinturas de casas, los vecinos escogieron el que más los identificaba y ahí tenemos ahora el barrio Bellavista, en donde se encuentra el museo a Cielo Abierto (también un poco abandonado a su suerte), la hermosa postal de las casas de colores y el ascensor Espíritu Santo con un flujo constante de pasajeros que visitan el área subiendo hasta la casa de Neruda “La Sebastiana”. Really clever Gringo, my congratulations. Éste es justamente el camino a seguir. Los ascensores no son solos. Están íntimamente relacionados al barrio donde llegan, son parte de la identidad del sector y si se desea intervenirlos, se debe partir por indagar qué está pasando en el área a la que pertenecen.
Un ejemplo de esto podrían ser ascensor Barón y Lecheros. Hoy en día, ambos ascensores llegan directamente al conglomerado de multitiendas de Av. Argentina – sector Barón. También hay un área de interés turístico y espacio público en Muelle Barón y paseo Wheelwright. Por qué no involucrar a estas multitiendas en la recuperación de sus vecinos ascensores???. Que pongan grandes letreros publicitando su buena voluntad, su actitud de buenos vecinos, etc. Esto ayuda a posicionar su marca y genera identidad corporativa con el sector. Es marketing y es gestión patrimonial y es sumar dos flujos de clientes a las puertas de sus negocios. De paso los ascensores estarían funcionando, con buen número de pasajeros, lo que les daría una mejor situación económica.
Hoy en día lo que tenemos son las noticias de las grandes discusiones entre Municipalidad de Valparaíso, Gobierno Regional, Consejo de Monumentos Nacionales, Departamento de Patrimonio, etc. Unos dicen una cosa, los otros le replican, todos se tiran la pelota y tres ascensores se cierran y otros están en peligro de cerrarse. Proyectos anunciados con pompa, ideas que relacionan a los ascensores con los Trolleybuses y Merval, ideas y más proyectos, y la única solución posible de pedirle al estado de rodillas que proporcione fondos para cuidar los ascensores.
De los dineros que aportó el BID para el cuidado de los ascensores, mejor ni preguntar. Eso daría para otra columna, para una investigación y muy probablemente para una auditoría.
Hoy en día la gestión patrimonial debe pasar por la creatividad, debe pasar también por la gestión comercial, por el desarrollo de los lugares tomando en cuenta su identidad y convertirla en un producto que de recursos. Eso probó el proyecto “Un Ascensor Un Barrio”.
Tener a 15 ascensores patrimoniales en Valparaíso es un lujo.
No cuidarlos, no potenciarlos, abandonarlos y cerrarlos constituye una farra.
Existen muchos Valparaíso, tantos como tantas versiones de él podamos hacer, como tantos intentos por traducirlo. Cada uno de nosotros tiene una versión atada a nuestra propia experiencia. Veremos a continuación una de ellas, una tremendamente particular.
Hace algún tiempo, años atrás, participando en unas jornadas de apreciación literaria, preparé un trabajo sobre las líneas de Neruda dedicadas a Valparaíso en su libro “Confieso que he vivido”.
Este trabajo será mi nuevo artículo. Espero que mis lectores disfruten de este texto y de esta particular caminata con Neruda por su Valparaíso.
Si enfrenta esta lectura, le recomiendo prepararse un café (es un poco extenso) o servirse una copa de vino tinto y abandonarse a unos minutos de relajada y ensoñadora caminata con Neruda.
Leo Silva (a continuación el texto)...
A MODO DE INTRODUCCIÓN
CONFIESO QUE HE VIVIDO, el libro de memorias dictado por el poeta, es definitivamente, una puerta de entrada al mundo nerudiano.
En él, el poeta nos va relatando no sólo sus memorias con sus datos biográficos - de hecho el libro no debe ser considerado una biografía exacta del poeta - sino que nos toma de la mano para dar un paseo por su mundo, aquel mundo oculto lleno de su imaginario, su particular mirada de los hechos que rodearon su vida y su fantasía.
Qué mejor cita con el poeta que dedicarse a deshojar su libro como si se tratara de sentarse en frente del mismísimo Neruda para recibir su relato a paso quedo, a disfrutar de la presencia del poeta y de sus historias y anécdotas. Reales por un lado, un tanto increíbles por otro, ensoñadoras, oníricas, humorísticas, trágicas, inmensamente nerudianas. Historias regaladas sin solemnidad, soltadas al aire y aterrizadas en las páginas del libro.
Quizás sea por este hecho, de tanta cercanía, de la complicidad que se establece al recibir estas memorias contadas, no biografiadas, que el mundo de Pablo Neruda se abre de par en par al lector oyente involucrado, el que recibe la lluvia sureña en la cara, el que sale de bohemia a beber poesía, el que se va de viaje a dormir con una mangosta en Birmania, el que se esconde clandestino y se escapa por la cordillera, el que se involucra en el ambiente intelectual de Europa y sufre la guerra civil española y llora a García Lorca, el que es llamado a ser candidato y sale de campaña política, el que se enferma y sufre el colapso del sueño de la “revolución en libertad” y muere, finalmente, en el delirio de la urgencia.
Si de visiones particulares se trata, en este trabajo nos iremos de visita a Valparaíso. Pero no el Valparaíso que conocemos, sino el Valparaíso de Neruda, como él lo vio, como él lo vivió, como él lo sintió, cuál fue el efecto del choque de estos dos portentos, cómo se tradujo este puerto mítico en el imaginario poético de Neruda, qué nos diría el poeta si camináramos con él por los callejones y los laberintos.
¿Entenderemos?
Hagamos la prueba...
“La estrella de Valparaíso nos llamaba con su pulso magnético.” Pablo Neruda
“Valparaíso está muy cerca de Santiago. Lo separan tan sólo las hirsutas montañas en cuyas cimas se levantan, como obeliscos, grandes cactus hostiles y floridos. Sin embargo, algo infinitamente indefinible distancia a Valparaíso de Santiago. Santiago es una ciudad prisionera, cercada por sus muros de nieve. Valparaíso, en cambio, abre sus puertas al infinito mar, a los gritos de las calles, a los ojos de los niños.
”Pablo Neruda – Confieso que he vivido – pag. 81
Con estas líneas comienza Neruda sus recuerdos dedicados en sus memorias, a Valparaíso. Ya también con estas líneas el poeta comienza a sugerirnos qué significa la ciudad para él; la infinita libertad del horizonte marino a la ingenuidad lúdica que invita al descubrimiento infantil, a las ganas de adentrarse, a las ganas de zozobrar.
El poeta comienza a narrar sus historias:
“En el punto más desordenado de nuestra juventud nos metíamos de pronto, siempre de madrugada, siempre sin haber dormido, siempre sin un centavo en los bolsillos, en un vagón de tercera clase. Éramos poetas o pintores de poco más o poco menos veinte años, provistos de una valiosa carga de locura irreflexiva que quería emplearse, extenderse, estallar...”
(pag. 81)
La aventura veinteañera. ¿Podrá existir mejor cómplice para esta desatada ansia de sueños juveniles, de poetas y pintores sedientos de bohemia que Valparaíso? Neruda no escapaba al llamado de la ciudad y nos deja entrever su “locura irreflexiva”, el sentido de esos años de juventud, las ganas de rebelarse, de aventurarse.
Al puerto no le es indiferente Neruda, le muestra sus ángeles y santos, le muestra el delirio de sus hogares y de sus actividades. Un ejemplo es su relato del encuentro con Novoa, según el mismo Neruda, uno de los locos favoritos de la pandilla de artistas que los alojaba en un ranchito, entre quebradas, con olor a vegetación silvestre:
“Era un hombre imponente, de barba poblada y gruesos bigotazos. Los faldones de su vestimenta oscura batían como alas en las cimas misteriosas de aquella cordillera que subíamos ciegos y abrumados. Él no dejaba de hablar. Era un santo loco, canonizado exclusivamente por nosotros, los poetas...”
“...Nos predicaba mientras marchaba; dirigía hacia atrás su voz tonante, como si fuéramos sus discípulos. Su figura descomunal avanzaba como la de un gran san Cristóbal nacido en los nocturnos, solitarios suburbios.”
(pag. 82)
Neruda se aficionó a la observación de las vidas y de sus curiosidades pero, sin duda, nunca una ciudad como Valparaíso le dio tanto material en este sentido. Personajes extraños, con vidas ocultas, solitarios, de ritos diarios que así como estaban, también desaparecían.
“ …Pero su tesoro más agudo y más desgarrador era un violín Stradivarius que conservó celosamente toda su vida, sin tocarlo ni permitir que nadie lo tocara. Don Zoilo pensaba venderlo en Nueva York”
(pag. 83 – 84)
Santos vegetarianos y vegetales, arcángeles que limpian trajes que jamás usan y que guardan tesoros musicales o un explorador muy anciano que es descubierto por el poeta en una casona de tipo mansión y que en su interior tiene varado el mundo exótico de sus exploraciones. Ídolos, escudos de madera revestidos con piel de leopardo, cuchillos de hojas plateadas.
Pero, ¿será cierto todo esto?, ¿serán verdad estas historias que parecieran haber estado reservadas sólo para el poeta?
Sin duda alguna que la verosimilitud puede ser cuestionada, pero por otro lado ¿vale la pena hacerse estas preguntas, cuando el que te las relata, prácticamente tomado de tu brazo, es el mismo Pablo Neruda?
El poeta es un pequeño dios, decía el acérrimo enemigo de Neruda, Vicente Huidobro. Pero es justo que nos valgamos de este dictado para entender el mundo nerudiano como el mundo de un poeta que se crea y se recrea al más puro capricho y voluntad de este mismo. Así, no existe alternativa y lo que resta es naufragar en este universo, en esta ciudad, que no es el Valparaíso de todos los días, sino que es el particular Valparaíso de Neruda.
“Pregunté a los vecinos: - Hay algún nuevo extravagante? Vale la pena haber regresado a Valparaíso? Me respondieron: - No tenemos casi nada de bueno. Pero si sigue por esa calle se va a topar con don Bartolomé. -Y cómo voy a conocerlo?
No hay manera de equivocarse. Viaja siempre en una carroza. (pag. 86)
Telúrico Neruda, como un cerro de la cordillera se alza para husmear, para asomarse sísmicamente a los balcones de la ciudad. Pero no se entromete sólo en vidas, también retrata al ruido subterráneo que viene a chocar con la costa precediendo al terremoto.
“Valparaíso a veces se sacude como una ballena herida. Tambalea en el aire, agoniza, muere y resucita.Aquí cada ciudadano lleva en sí un recuerdo de terremoto. Es un pétalo de espanto que vive adherido al corazón de la ciudad. Cada ciudadano es un héroe antes de nacer. Porque en la memoria del puerto hay ese descalabro, ese estremecerse de la tierra que tiembla y el ruido ronco que llega de la profundidad, como si una ciudad submarina y subterránea echara a redoblar sus campanarios enterrados para decir al hombre que todo terminó”
(pag. 87)
Gigante Neruda. Tomando a Valparaíso en su mano para estremecerlo, para entretenerse con su juguete, para sacudir el polvo soplando por sobre los techos, expulsando dioses, derribando iglesias vanidosas, repartiendo un pavor cósmico, observando la ciudad en su palma mientras escribe sentado en La Sebastiana, mientras se solaza con tanto paisaje, con tanta vida y con tanta ruina.
Pero Neruda de nuevo sale a caminar, a sorprenderse, a impresionarse con la ciudad y queda atónito de peldaños, de subidas. Cuenta, calcula, se empequeñece. “ Si caminamos todas las escaleras de Valparaíso habremos dado la vuelta al mundo”(pag. 89)
“Cuántas escaleras? Cuántos peldaños de escaleras? Cuántos pies en los peldaños? Cuántos siglos de pasos, de bajar y subir con el libro, con los tomates, con el pescado, con las botellas, con el pan? Cuántos miles de horas que desgastaron las gradas hasta hacerlas canales por donde circula la lluvia jugando y llorando?
(pag. 88)
De tanto caminar las soledades y las gradas porteñas, de tanto jugar al terremoto y manosear la ciudad a pura literatura, de tanto venirse desde joven a la bohemia, a las noches de eterna promesa de amor, el poeta enarbola una teoría fundacional, una idea, una semilla, un génesis mítico.
“La verdad es que luego la inmensa noche despoblada desplegó colosales figuras que multiplicaban la luz. Aldebarán tembló con su pulso remoto, Casiopea colgó su vestidura en las puertas del cielo, mientras sobre la esperma nocturna de la Vía Láctea rodaba el silencioso carro de la Cruz Austral. Entonces, Sagitario, enarbolante y peludo, dejó caer algo, un diamante de sus patas perdidas, una pulga de su pellejo distante.”
(pag. 89)
Pulga de pellejo es este Valparaíso nerudiano. Pellejo de la Cruz del Sur, pellejo de las andanzas de tantos que dejaron su historia, que dejaron sus manos en las paredes como un legado, que vinieron en barcos con el sueño del oro californiano y que después del Cabo de Hornos no se embarcaron más de tanto mareo oceánico. Neruda percibe este rastro. Su nariz de lobo viajero y poeta huele el sudor que se quedó atrapado en la grieta, saborea la lágrima del esfuerzo, sueña el sueño de los viajeros.
“... Feroces y fantásticos días en que los océanos no se comunicaban sino por las lejanías del estrecho patagónico. Tiempos en que Valparaíso pagaba con buena moneda a las tripulaciones que la escupían y la amaban.”
(pag. 90)
Nada se escapa al ojo del poeta, todo lo abarca en su mirada. Cada detalle, cada rincón es un hallazgo y todo lo traduce, todo lo interpreta, todo lo relata de una manera olorosa, con colores, con sabores. Con su dedo preciso te indica el lugar en que debes fijar la mirada, dirige tu enfoque con pericia de camarógrafo y te muestra lo que nadie más ve, la entrelínea y el sub texto que encierran los laberintos.
“En la espiral te espera un carrusel anaranjado, un fraile que desciende, una niña descalza sumergida en su sandía, un remolino de marineros y mujeres, una venta de la más oxidada ferretería, un circo minúsculo en cuya carpa sólo caben los bigotes del domador, una escala que sube a las nubes, un ascensor que asciende cargado de cebollas, siete burros que transportan agua, un carro de bomberos que vuelve de un incendio, un escaparate en que se juntaron botellas de vida o muerte.”
(pag. 91)
La ciudad le sigue el juego en una apuesta entre portentos y le propone y le propone lugares, cada vez más, más rincones. Asómate por aquí, entra por acá, gira en esta esquina, sube ahora esta escala. Ambos están enamorados y han perdido lujuriosamente los estribos. Uno propone y el otro descubre y se interna, no tienen límites. Ya no basta con leerse las palmas de las manos, ya no basta la intromisión poética, ya no basta tirarse la suerte en una encrucijada, el cara y sello de los callejones intravenosos.
Valparaíso es demasiado seductor, tiene muchas artimañas, está oculto y a la vez demasiado expuesto y se ofrece excesivamente, no tiene pudor alguno y el desafío se hace inalcanzable. Al final, Neruda se rinde, cae derrotado, se convence, toma en cuenta que no alcanza.
“Yo no puedo andar en tantos sitios. Valparaíso necesita un nuevo monstruo marino, un octopiernas, que alcance a recorrerlo. Yo aprovecho su inmensidad, su íntima inmensidad, pero no logro abarcarlo en su diestra multicolora, en su germinación siniestra, en su altura, en su abismo.”
(pag. 92)
A MODO DE CONCLUSIÓN
Subyugante experiencia esta, la de penetrar de la mano de los textos de Neruda en Valparaíso. La sensibilidad de la mirada del poeta nos dicta un camino a seguir, nos enseña a mirar, a descubrir. Nos dice: Si yo puedo, tú también puedes. Solo debes abrir los ojos y el alma, no sólo para ver lo que todos ven, lo evidente, sino para que el propio lugar te tome de la mano, para que tu alma se vea invadida. Solo así podrás ver los fantasmas, las pisadas, soñar sueños de otros, vestir sus ropas, habitar sus casas. Cada lugar, cada ciudad del mundo, es un libro abierto esperando ser leído. Merecen ser caminados con devoción de Neruda, de poeta, con dedicación de busquilla entrometido.
Mientras se revisa este texto dedicado a Valparaíso, uno puede salir a caminar y transgredir lo puramente cotidiano. La lírica de Neruda es demasiado fuerte como para que deje indiferente y uno termina cediendo a la literatura.
En este final me quedo suspendido en la cuerda floja, en el vaivén del texto, en una subida por ascensor suspendida...
Ya saben que me gusta provocar el cruce de culturas. Me encanta cuando pones a dos culturas en una situación cotidiana y puedes presenciar los resultados de la experiencia.
Este contacto en un circuito turístico provoca las primeras sorpresas y en algunos casos los primeros pequeños choques culturales que no llegan a ser traumáticos para el que los sufre, porque se encuentra en un estado positivo, completamente permeable y abierto a lo inesperado. El humor se transforma en el mediador que negocia en buena forma este cruce, traduciendo todo a una gran experiencia multicultural.
En mi caso, mis pasajeros deben adecuarse a nuestras “muy particulares” formas y modos en que hacemos las cosas y enfrentamos nuestro cotidiano. Gran parte de mis recorridos por Valparaíso los hacemos caminando y vivenciando la ciudad y ello te somete a no ser un simple observador, sino que, a participar y a mezclarte y, más temprano que tarde, algo sin duda alguna sorprenderá tanto a unos como a otros. El choque cultural es una constante de los circuitos “in side” y es el momento en que puedes detectar que pequeñas cosas se pueden transformar en un gran evento o en algún efecto vertiginoso.
Todo puede volverse una atracción turística o un cruce cultural y esa es la parte más interesante. Para nosotros, por ejemplo, es normal, y no nos cuestionamos la velocidad en que se suele conducir en el transporte público. Es más, mientras más rápido mejor y todos andamos en una vorágine de velocidad, de frenadas, de esquive, etc. Por suerte aún respetamos los pasos de peatones. Cómo sea, esa es nuestra forma, así lo hacemos, bien o mal es como somos.
La Avenida España es pista de carreras para nuestros chóferes de micros. No me había dado nunca cuenta de lo que podría suceder si subía a un grupo de más de 15 pasajeros extranjeros a un bus de la ciudad, considerando que en sus ciudades la velocidad máxima dentro de los cascos urbanos es de 50 km. por hora. En Chile también lo es, solo que nadie toma cuenta de este detalle. Cuando el bus parte, inmediatamente se agarran de los pasamanos y comienzan las risas nerviosas y las miradas entre ellos. Una vez un alemán me dijo al bajarse del bus. Este quién es??? (por el chofer) Schummacher???
Justamente una de mis mejores experiencias en un bus público sucedió en el famoso bus “O”, ahora bus 612. Una situación en que el humor apareció suavizando un momento, sino del todo incomodo, digamos que un poco inusual para todos los que la vivieron.
Venía con un grupo de holandeses desde ascensor Polanco. Ya era pasada la hora de salida de los escolares en días de septiembre. Atravesamos a la Av. Argentina para esperar el transporte que se demoró en llegar y ya había bastantes estudiantes en la parada. Nos subimos todos. Los míos eran más de 15 pasajeros subiéndose a un micro bus (se llaman micros porque son pequeños) que ya estaba bastante lleno. Todos apretujados adentro, acomodados lo mejor que podíamos, repartidos, apretados y encogidos.
Los buses que circulan en Valparaíso están diseñados para un promedio de altura que corresponde al chileno, es decir, un metro y setenta de altura. Los holandeses tienen un promedio de un metro y noventa centímetros de altura. Viajan literalmente agachados. Todo esto para ellos no es gran problema, ni el bus repleto, ni su altura, ni que deben moverse constantemente para atrás, estar piel con piel entre ellos y los locales y para dar más posibilidad a que el bus tenga aún más pasajeros. Para los extranjeros todo esto conforma una gran aventura. Es América del Sur y ellos están en medio de este continente y su cultura mágica.
Estábamos en medio de todo este apretuje y los locales, que aún no se acostumbran a tanto gringo junto, estaban pendientes de las reacciones. El conductor lucía como el típico chofer de buses de Valparaíso; en manga de camisas, sudoroso por el calor, moreno, un hombre rudo. De pronto y al percatarse que tenía una hermosa holandesa tan cerca, muy seguro de sí mismo y con una soltura impresionante, mientras conducía le dijo:
.- Where are you from??
Ella, medio sorprendida, respondió
.- I’m from Amsterdam
Chofer: Really??? I know Amsterdam and also Rotterdam. I’ve been there many times....
Todo el mundo en el bus se sorprendió. Holandeses y en especial los chilenos: Un Chofer de micro que habla inglés???
Aunque el impacto fue total, no es nada de extraño en Valparaíso, que es un puerto y en donde muchos han sido marinos mercantes que han recorrido varios países y puertos en el mundo. Suelen hablar Inglés, italiano, griego y hasta un poco de ruso.
Inmediatamente los chilenos comenzaron las tallas y bromas al respecto; “Cacha loco, el chofer pah pulento, habla inglés”. Quién quiere practicar “lenguas” conmigo???...
Los holandeses también comenzaron a hacer sus bromas entre ellos. Todo el recorrido transcurrió entre chistes en distintos idiomas, todos se reían, Unos se daban cuenta que los otros hacían bromas y eso los alentaba a seguir y el efecto pasaba a también a la inversa.
Cuando nos bajamos en el paradero de Av. Alemania más próximo a La Sebastiana, todo el bus se comenzó a despedir de mis pasajeros; Bye, bye. Señas de adiós y buena suerte tras las ventanas del bus. Mientras que los holandeses replicaban desde abajo haciendo señas, despidiéndose de sus amigos chilenos; Chao, chao.
Fue una tremenda experiencia para ellos, lo comentaron a lo largo del día. Tuvieron un feed back, una retroalimentación, una respuesta amigable, se sintieron parte, no solo visitantes, no turistas, sino que habitantes, distintos y al final similares.
Para mí, fue una experiencia surrealista. Todos se rieron y lo pasaron muy bien, todos hicieron bromas y chistes y, en realidad nadie entendió nada de lo que se dijeron…
Quiero decir, uno de aquellos con norte claro y sur oscuro, con el viento soplando, primero suave desde el norte, cubriendo de olor a mar toda la ciudad, para después desatarse en tormenta, en especial de noche, con truenos y relámpagos. Lluvia interminable que duraba semanas, tormenta que se detenía para después continuar con mayor ferocidad. Volando techos, haciendo crujir vigas, el agua golpeando en las ventanas. Las calles convertidas en ríos y las escaleras en cascadas.
En lo personal, extraño mucho esos temporales infinitos. Recuerdo que la temporada de lluvias comenzaba casi en mayo y se extendía hasta agosto y algunas veces hasta septiembre. Extraño sentir la precariedad de la ciudad sometida a la naturaleza descontrolada de la lluvia. Muchas veces me parecía que la ciudad estaba viva en medio de la tormenta. Era como si Valparaíso despertara de un sueño, era ver la ciudad convertida en un barco que las olas mojaban en su embate incansable, era verla danzar y moverse a merced del viento y la lluvia. Algo de ese puerto viejo, marinero, piratesco, despertaba en esos días de temporal.
De niño tenía un ritual cuando podía sentir los indicios de la tormenta. Como todo habitante de la ciudad, el olor a mar, las tonalidades del cielo, aquella sensación en la piel, la temperatura indecisa entre frío y tibieza, el sonido del tren más cerca que lo común, pues el viento desde el mar acerca los sonidos de la ciudad a los cerros, todos aquellos signos evidentes que aprendemos a traducir y a comprender; el temporal se acercaba inevitablemente. Corría entonces a buscar un libro: Moby Dick de Herman Melville. No era mío, era de mi hermano mayor, sin embargo le sacaba este libro viejo de páginas amarillas y quebradizas para salir corriendo con él a un cuarto en el alto de mi casa paterna con vista al mar. Una pieza solitaria sin conexión interior con la casa, sometida absolutamente al viento. Estar ahí era estar en el medio del temporal. No solo sentirlo y vivirlo, sino que hacerse parte de esta fiesta de viento y lluvia.
El cuarto estaba amoblado y tenía un escritorio y una cama. Me tendía en ella y me cubría para leer Moby Dick y tener la banda de sonido perfecta para su aventura: El viento y la lluvia.
Alucinaba, sencillamente alucinaba, en especial cuando leía las líneas sobre Ahab, el capitán del Pequod que soñaba con vengarse de Moby Dick, en uno de sus viajes había escupido en el cáliz de una iglesia en Valparaíso. Wow!!! pensaba, y yo estoy aquí mismo.
Me encantaba detener la lectura calculando el momento cuando los barcos cargueros saldrían a capear el temporal mar afuera. Era en ese momento cuando podía calcular el tamaño de las olas en comparación con los grandes barcos que salían metiendo su proa en el mar, sumergiéndola para sacarla nuevamente entre la espuma blanca. Me dormía arrullado por el sonido de la lluvia y del viento con aquel libro entre los brazos.
De noche, el temporal podía darte aun más una sorpresa trágica si despertabas en medio de la tormenta sintiendo la sirena de algún barco. Podías suponer que alguno de ellos estaba en problemas en medio del mar y que los remolcadores de seguro lo estarían empujando o tirando, tratando de evitar lo inevitable. Que el mar lo sacara cual cajita de fósforos a la playa, o lo montara en alguna roca encallándolo. El Naguilán, el Algarrobo, la barcaza Águila, el Rostro, el Río Rapel o el último de ellos, El Avon, serían algunos de los que terminaron en el sector de muelle Barón o caleta Portales.
Cómo extraño un buen temporal en Valparaíso. Correr por las calles saltando el agua convertida en río en las calles en bajada, llegar a un mirador o a la playa y abrir los brazos para ser abrazado por el viento, la costanera y jugar a arrancarse de las olas que golpeaban la orilla en una explosión blanca de agua y sal, estar en medio de esa aventura cinematográfica, emocionante, real y terriblemente trágica.
Cómo extraño una buena tormenta en Valparaíso. Quiero zozobrar, naufragar en medio de viento y mar.